Suspira el querubín, sobrevolando las orillas de un templo fernandino, por quienes sueñan con un pasado que nunca debería regresar, porque los tiempos del protagonismo errado pasaron a mejor vida y porque donde ahora existe elegancia ya no hay hueco para extravagancias ni aspavientos. Suspira desolado porque la evidencia de lo incuestionable a veces se oculta tras el ansia de notoriedad y martillo.
Suspira el Ángel por reuniones con olor a incienso en lugares donde las nubes suelen ser de arena. Suspira porque las cuentas aún no cuadran aunque terminen por cuadrar y porque el tiempo vuela como las palomas blancas buscando su palomar.
Suspira divertido por quienes se enervan entre las redes de la palabrería barata e intentan con ladridos pueriles situarse en el centro del ruedo cuando ni tienen ni tuvieron capacidad, talento ni arrestos para torear en los medios. Suspira ufano porque sabe que el ladrido es consecuencia de la potencia de la cabalgada y porque algunos siguen comiendo las migajas que caen de la mesa del amo sin entender que la recompensa de su actitud faldera a veces no es ni la palmadita con la que sueñan.
Joaquín de Sierra i Fabra