Sin duda la crítica, y sobre todo, la autocrítica, es uno de las factores fundamentales a la hora del aprendizaje y mejora del mundo cofrade. Debemos tener la capacidad de poder reflexionar y saber qué está bien y mal dentro de nuestra propia cofradía, ciudad o en el círculo de nuestras devociones. Para mejorar, hay que saber en qué fallamos y por encima de todo, cómo remediarlo.
Ojo, no asociemos la crítica como si fuera un hecho negativo. La crítica buena, la constructiva, sirve tanto para denunciar las adversidades y aspectos negativos de algo, en este caso, el mundo cofrade, como el buen hacer de las mismas. Hay que saber hacerla desde el respeto, con argumentos y dar soluciones. En demasiadas ocasiones nos llevamos por un revanchismo y aprovechamos cualquier oportunidad que se nos presenta para despotricar e intentar tomar la venganza por nuestra cuenta y llevándonos por cuestiones personales sin respetar todo aquello por lo que una lucha. A veces, parece que es por Dios para mí.
Pero otro problema (como tantos) de este imperfecto y real mundo es que no sabemos encajar una crítica, y ahí tenemos un gran vacío. Cuando rezamos y profesamos nuestro amor a una Imagen, y somos hermanos de una cofradía, seamos conscientes que lo hacemos tanto con sus virtudes y sus defectos, y que debemos reconocerlos y asumirlos. Solo, cuando seamos autocríticos y sepamos encajar, podremos dar (o no) la razón y rectificar nuestros errores cuando aún estamos a tiempo.
Y ojalá, cuando seamos capaces de tener un raciocinio coherente, una capacidad de autocrítica y sepamos encajar y asumir los errores, dejemos de llevarnos por disputas personales a la hora de dirigirnos a algo, o a alguien. Porque el revanchismo no ayuda a nadie, y no soluciona nada.
Carlos Medina
Foto Antonio Poyato