Esther Mª Ojeda. A veces y aunque parezca mentira, cabe la posibilidad de seguir descubriendo el pasado que tan lejano se nos antoja ya y acariciarlo con la punta de los dedos gracias a los diversos tipos de documentos que, afortunadamente, se han logrado conservar, pudiendo proceder de medios tan dispares como sorprendentes, pero siempre para arrojar luz sobre la historia de nuestra Semana Santa.
En este caso, ese pasado – en el que el blanco y negro de la imagen es más que suficiente para que pueda resultarnos remoto – viene de la mano del célebre y desaparecido NO-DO que tantos (breves) documentales trajo a las salas de los cines españoles entre 1942 y 1981. Pero, entre esas proyecciones informativas tan concentradas, existe uno que, sin duda para nuestra comunidad cofrade sea de especial interés, pues en ella se recrea ni más ni menos que la Semana Santa de Córdoba de 1964.
En aquel reportaje, los espectadores abrían los ojos en un Puente Romano de aspecto muy distinto al que puede apreciarse en la actualidad. Sobre él, la Hermandad del Descendimiento, cuyas filas de nazarenos se extendían por todo el espacio que el puente era capaz de ofrecer, portando los cirios sobre la cintura y precediendo al Santísimo Cristo. Sobre aquel barroco y primitivo paso – realizado por el sevillano Antonio Corrales León – que poseía la corporación del Campo de la Verdad, llama la atención la notoria ausencia de los antiguos Santos Varones que habían dejado de formar parte del misterio desde que fueran vetados en 1956. Por dicho motivo, las escenas nos muestran una escena que tan solo contaba con las tallas de la Virgen, la Magdalena y San Juan Evangelista en torno a la imagen del Cristo, todas ellas realizadas por el valenciano Amadeo Ruiz Olmos.
Tras trasladarse a otro escenario muy distinto, aunque igualmente representativo de la ciudad de Córdoba, aquel noticiario de primeros de los 60 no podía dejar pasar la oportunidad de mostrar al público a la Hermandad de Los Dolores. Así, el Cristo de la Clemencia, rodeado de sus imprescindibles y antiguos faroles con los que comenzaba a homenajear la estampa sin igual del Cristo de los Faroles, aparecía superponiéndose al blanco Convento del Santo Ángel y presentado como parte de “la cofradía más popular de Córdoba”. Acto seguido, la Señora de Córdoba aparecía deslizándose, majestuosa como siempre, junto a las rejas de su Hospital de San Jacinto.
Evocando las más profundas devociones cordobesas, tampoco podía faltar la cofradía de Jesús Caído, quien seguido por su Bendita Madre, Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad, recorre las calles de la ciudad con una extrema sutileza que delata los clásicos pasos a ruedas de ambos titulares. Descrita como “la Hermandad de los Toreros” cabía, cómo no, destacar a tan míticos hermanos mayores dentro de la corporación como fueron Manolete y Lagartijo.
En este caso, portados ya a hombros por las cuadrillas de costaleros – aunque aún no de hermanos – aparecen los titulares de la Buena Muerte, con esa característica serenidad con la que tanto el Santísimo Cristo como la Reina de los Mártires parecen caminar en riguroso silencio a pesar de los comentarios propios del NO-DO.
A continuación y para concluir este brevísimo aunque intenso recorrido por nuestra Semana Mayor, el documental remataba con un garrafal error con el que el Señor de la Caridad era confundido con el popular Esparraguero, con lo que, en consecuencia el Compás de San Francisco era también tomado por el Convento de Santa María de Gracia. Así y todo, imposible deslucir al inconfundible Señor de la Caridad, proyectando su sombra sobre el Museo de Julio Romero de Torres en otro lugar tan privilegiado como la Plaza del Potro.