Esther Mª Ojeda. La historia del arte ha ido revelando en el transcurso de su larga historia que tanto pintores como escultores hallaron su inspiración en personas de carne y hueso más o menos cercanas a ellos. Una afirmación que nos remite a innumerables ejemplos, a cual más famoso. Está por ejemplo la leyenda – una de ellas – que aseguraba que la famosa Gioconda era en realidad vecina de Leonardo da Vinci. O Caravaggio, cuyas musas eran a menudo prostitutas que el pintor tomaba como modelos para algunas de sus polémicas pinturas religiosas, siendo probablemente la más famosa la “Muerte de la Virgen”.
Por supuesto, la imaginería no es ninguna excepción para una tradición tan longeva como comprensible. Tal vez sea prácticamente imposible saber cuántas de nuestras tallas se ajusten al físico de determinadas personas, pero nadie duda al verlas de que, con musas o sin ellas, las imágenes son testimonio irrefutable del canon de belleza imperante en el momento de su ejecución. No hay más que comparar imágenes como la de María Santísima Nazarena con la bellísima Concepción de Santiago para hacer una estimación de los años que separan a una de otra o recordar aquel curioso piercing bajo el labio inferior que Antonio Bernal quiso que llevase el romano del Prendimiento.
Así y todo, también nos faltan dedos para encontrar modelos con nombres y apellidos que dieron lugar a muchas y conocidas imágenes pasionistas, como en el caso del célebre Cachorro de Sevilla, inspirado en aquel famoso gitano muerto del mismo nombre; el comentado soldado romano del misterio de Jesús Despojado de Almuñécar con el evidente parecido al cantante Manu Tenorio; la sevillana Virgen del Dulce Nombre para la que Lastrucci puso sus miras en una bailaora de aquel momento o, más cercano aún, tenemos por ejemplo al imaginero Romero Zafra de quien sabemos sobradamente por ocasiones anteriores que tiene en cualquier mujer un modelo en base al que realizar su nueva obra.
Así y todo, también nos faltan dedos para encontrar modelos con nombres y apellidos que dieron lugar a muchas y conocidas imágenes pasionistas, como en el caso del célebre Cachorro de Sevilla, inspirado en aquel famoso gitano muerto del mismo nombre; el comentado soldado romano del misterio de Jesús Despojado de Almuñécar con el evidente parecido al cantante Manu Tenorio; la sevillana Virgen del Dulce Nombre para la que Lastrucci puso sus miras en una bailaora de aquel momento o, más cercano aún, tenemos por ejemplo al imaginero Romero Zafra de quien sabemos sobradamente por ocasiones anteriores que tiene en cualquier mujer un modelo en base al que realizar su nueva obra.
Bajo la misma idea, podíamos ver ayer gracias a una publicación de Juan José García @juagardel en Twitter la fotografía de Isabel Salcedo, esposa y también musa de Antonio Illanes. Una mujer 20 años más joven que él que ya a la temprana edad de 17 años había posado ante el imaginero sevillano y cuyas horas de trabajo dieron como fruto a la Virgen de la Paz, tan presente últimamente en la actualidad cofrade. Del mismo modo y tiempo más tarde, la Hermandad de la Vera Cruz hizo lo propio al dirigirse al artista y encargarle la que para muchos es la mejor obra de Illanes y a la vez una gran desconocida: la Virgen de las Tristezas. Un proceso con el que Illanes volvió a homenajear la belleza de su mujer, quien, claro está, fue todo un referente y una presencia constante en la producción de un imaginero que tanto aportó a la Semana Santa de Sevilla.