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miércoles, 4 de enero de 2017

De trama simple: La madera se hizo imagen y la imagen devoción.


Allá por el siglo XVII, la luz del cielo y de las artes iluminó unas manos artesanas y anónimas para que tallaran tu cara, esculpieran tu cintura, modelarán tus manos y dieran vida a tus pies. Tal fue la inspiración de aquel artista, que aún hoy cuatro siglos después, cada jueves santo, nos haces estremecer, mientras caminas entre tus fieles por las calles cordobesas, y es que aquel bloque de madera se hizo imagen y la imagen devoción y llego a este pueblo que te venera y honra.

Los años y el tiempo mella hacen en lo material, y mientras la devoción crece, la materia envejece y el cuidado de tu figura pide una restauración. Conservarte y cuidarte son nuestras premisas pues tú así lo quieres y por eso ahora llamaste a tu lado a Rosa Cabello y Enrique Ortega para que sean ellos los que estudien, limpien y curen tus heridas, esas que el tiempo ha ido depositando en tu piel.

En estas mañanas de frio invierno, serán sus ojos los que te vean descubierto de vestiduras, serán sus manos las que tocaran tu talla y den consuelo a la madera que da vida a tu figura. Serán sus conocimientos los que cuidarán de Ti, mientras tus devotos, esperan pacientes tu vuelta bajo la mirada y el consuelo de tu bendita y paciente madre.

En vuestras manos está, Enrique y Rosa, Aquél que se hizo hombre y bajo del cielo para redimir al mundo. ÉL os escogió, y estoy seguro os enamoro y os inspiro al igual que hizo con aquellas manos anónimas de antaño, pues Él nos escoge, nos guía, nos habla con su mirada profunda que penetra los corazones como rompedora lanza que enamora y estremece, nos cautiva con sus ojos, nos consuela con su mirada y con su gesto humilde nos da fuerzas y esperanza.

Cuidadle y dadle luz, que su bendita inspiración guíe vuestras manos al igual que las de aquel artista que lo esculpió. Haced que su bendita cara luzca, si es posible, más limpia y radiante, y devolverlo pronto, pues aunque Él habita y está presente en los corazones de todos sus fieles y en las almas de los que tenemos fe, y aunque su no presencia física no es impedimento alguno para rezarle y que nos escuche, aun así, sentimos su ausencia y añoramos su presencia. 

Manuel Orozco


Foto Antonio Poyato 



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