«Orden, Libertad y Justicia». Bajo este lema, el parlamento español iniciaba en febrero de 1873 el último experimento político que le quedaba por realizar desde el triunfo de la Revolución, llamada «Gloriosa», en 1868.
Desde entonces España había vivido el exilio de la reina Isabel II, una nueva constitución, un gobierno provisional y hasta un voluntarioso rey buscado en el exterior, Amadeo I de Saboya, que el día 11 de febrero renunciaba a sus posibles derechos sobre el trono español: «es imposible hallar el remedio para tantos males».
El trono quedaba vacío. Las Cortes y el Senado proclamaban el mismo día el nacimiento de la I República. Bajo la presidencia de Estanislao Figueras comenzaba una difícil etapa política que, en apenas un año, conocería cuatro presidentes, numerosos cambios de gobierno y una práctica disolución de las estructuras políticas del país por el cantonalismo, conjunto de levantamientos revolucionarios que intentaron hacer independiente del estado hasta al último rincón del país.
En este complicado panorama político las hermandades de Sevilla preparaban la Semana Santa, aunque ya arrastraban una convulsa situación desde 1869, año en el que la Junta Revolucionaria había subvencionado, por primera vez, a las hermandades sevillanas, naciendo la siempre difícil convivencia entre política, hermandades y dinero. El gobierno revolucionario, a través del gobernador, intervino patrocinando económicamente a las hermandades, lo que permitió la salida de diez de ellas en 1870 y en 1871.
Hasta trece llegaron a participar en el cabildo de toma de horas de 1872, aunque finalmente sólo procesionaron seis. Se alegó el mal tiempo como causa, pero la motivación profunda estuvo en una ópera de teatro bufo que se programó para obtener fondos para las hermandades, cauce de financiación que muchas hermandades consideraron indigno. Cosas de otro tiempo: el arzobispo recomendó a las hermandades rechazar las subvenciones y «abstenerse de salir si careciesen de recursos».
En la Semana Santa de 1873, el Ayuntamiento (gobernado por demócratas y liberales radicales) intentó eliminar la política de subvenciones, mientras que el gobernador intentó su mantenimiento. El problema económico se mezclaba con el político y con la habitual manipulación que se intentó hacer desde las diferentes ideologías posicionadas en la prensa de la época. Llegada una tardía Semana Santa de Abril, el Martes Santo el diario «El Porvenir» informaba de las intenciones de hacer estación de penitencia de tres hermandades, Columna y Azotes, Macarena y Siete Palabras, habiendo participado en el cabildo de horas la hermandad de la Amargura y estando los pasos del Gran Poder montados para su veneración en San Lorenzo.
El Jueves Santo salió desde los Terceros la hermandad de la Columna y Azotes a las tres de la tarde, presentando como novedad el acompañamiento de una centuria romana proveniente de la hermandad de la Esperanza. La prensa recogía que el capitán de la centuria había invertido 3000 reales en su nuevo traje y que se habían realizado mejoras en la indumentaria de los soldados. Al día siguiente procesionaría, desde la iglesia de San Vicente, la hermandad de las Siete Palabras, que estrenaba un rico manto de terciopelo en oro para la imagen de San Juan. Su estación penitencial fue recogida en una publicación inglesa, «The Ilustrated London News», que en su número correspondiente al día 3 de Mayo de 1873 se hacía eco de una procesión en las lejanas y exóticas tierras españolas. Se acompañaba de un grabado de W. Bromley «Sketches in Spain: Religious Procesión in Seville during the Holy Week», ilustración de la página 425 de una publicación de carácter general que el mismo día informaba de temas tan variopintos como las características del ozono, la representación de «Rigoletto» o la programación de conciertos del Palacio de Cristal londinense.
La imagen recoge el arranque de la entonces calle Génova, nazarenos de luz, guardias de uniforme que abren el paso con el fusil hacia abajo en señal de duelo y hermanos de etiqueta delante del único paso de la cofradía. Lo presidía entonces el antiguo Crucificado, una imagen de pasta de madera, hoy conservada en Cartaya, que se acompañaba de las imágenes secundarias que hoy siguen componiendo este paso de misterio. Una estampa costumbrista habitual de las publicaciones extranjeras que seguían indagando en el exotismo de las tierras españolas. Pero para estampa la que imaginaron algunos periódicos madrileños.
Según investigó el profesor Isidoro Moreno, en la prensa de la capital, en un claro intento de manipulación política, se anunció la más sorprendente simbiosis entre religión y política jamás imaginada. Se anunciaba a bombo y platillo la salida procesional de la Macarena ataviada como ¡republicana! Así lo anunciaba el diario «El Imparcial» en sus páginas: «Los republicanos de Sevilla se han empeñado en que su cofradía ha de salir en procesión esta Semana Santa, indicando que la Virgen de la Esperanza es republicana y al efecto la han despojado de su corona y adornarán la cabeza de la imagen con un gorro frigio bordado en oro. ¡Pobre Virgen! Los judíos no pusieron a Cristo más que una corona de espinas».
La Macarena vestida como dama de la República... Pocas veces se lanzó un bulo tan inconsistente y ridículo. Una estampa que jamás se produjo. La hermandad realizó su estación de penitencia con normalidad, al igual que las Siete Palabras y las Cigarreras, refiriendo las crónicas un cierto descenso de público, quizás motivado por la sensación de inestabilidad. Pasada la Semana Santa, la prensa sevillana, a través del periódico «La Andalucía» ponía las cosas en su sitio: «El corresponsal de el Imparcial ha debido volverse loco. La cofradía de San Gil ha salido y se habrá convencido de que el gorro frigio sólo existía en su imaginación. Las festividades religiosas han pasado sin que haya que lamentar el menor disgusto ni se haya cometido ninguno de esos grandes desacatos e irreverencias que tanto pronostican los enemigos del pueblo».
Al año siguiente la República tomaría el camino que conduciría a la Restauración de la monarquía en la figura de Alfonso XII. La progresiva estabilidad permitió la salida de trece cofradías. Sólo en la imaginación de los eternos detractores de la ciudad quedó la imagen de la Macarena vestida como republicana.
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