«Esto es más largo que el nombre de una cofradía». La frase la pronunció hace unos días un veterano cofrade cordobés, que explicaba a unos visitantes cómo se ha extendido, en las últimas décadas, la denominación oficial de su corporación. A base de epítetos, unas veces motivados y otras puestos «porque sí», el nombre actual completa de esa hermandad abarcaría hoy cinco o seis líneas como éstas.
«Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia». Así de simple se mencionaba, por ejemplo, a la cofradía de San Nicolás en el guión de horarios de 1962. Hoy su nombre completo es «Ilustre Hermandad del Santísimo Sacramento, Nuestra Señora de la Alegría y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia, María Santísima de Gracia y Amparo y San Nicolás de Bari». En poco más de medio siglo se le han añadido un adjetivo y cuatro cotitulares, con la correspondiente prolongación del nombre.
Adjetivos como «Ilustre», «Fervorosa» o «Piadosa» aparecen de vez en vez en los nombres de las corporaciones nazarenas. Son epítetos que simplemente tratan de manifestar una devoción. Otros no son tan neutrales: la hermandad del Calvario incluye entre sus rasgos el de «Secular», y efectivamente lo es, aunque no tenía tal título, por ejemplo, hace medio siglo. «Centenaria» lo es también en su frontis y en la realidad la de las Angustias, como lo es la de Jesús Caído, pero ésta no hace ostentación en su nombre de tal condición. Y otros, finalmente, hablan de una vinculación presente, histórica o, incluso, ficticia a algunas órdenes religiosas: «Franciscana», «Seráfica», «Claretiana», «Cisterciense»… La Buena Muerte podría añadir «Jesuítica», pero no lo ha hecho nunca y es de las pocas que siguen manteniendo la denominación con que se fundó.
Hay epítetos que en algunos casos son más que discutibles, por ejemplo el de «Real». En la casa de hermandad de la Paz hay un cuadro que muestra el documento en el que Su Majestad el Rey Juan Carlos I concede tal nombramiento, por lo que en este caso no hay ninguna duda. Sin embargo, no podrían acreditar un documento análogo, concedido por el Rey actual o alguno de sus predecesores, otras hermandades que se autodenominan reales y hasta llevan la corona presidiendo su escudo.
Algo parecido ocurre con lo de «Pontificia». En 1989, para conmemorar el XXV aniversario de la coronación pontificia de Nuestra Señora de los Dolores, decretada por el Papa Pablo VI, la hermandad de San Jacinto solicitó tal nombramiento, y la respuesta fue que el Vaticano había dejado de otorgar tal distinción. Sin embargo, varias cofradías cordobesas la ostentan, algunas con más sentido y justificación que otras: por ejemplo la de Jesús Caído, que hasta lleva una bandera pontificia en su guión.
Sacramentales
La primera hermandad que incluye el título de «Sacramental» desde su fundación es la Merced; también lo llevan varias de las fundadas en los años 70 y 80 del siglo pasado y otras más antiguas que lo han añadido sobre la base de razones históricas más o menos fundamentadas documentalmente.
En cuanto al inmaculismo —incluir como titular a la Inmaculada Concepción— estaba totalmente ausente del nombre oficial de las corporaciones hasta mediados de los 80. La hermandad de la Sangre lo ostenta desde su primera fundación, en 1976. Nueve años más tarde lo incorporaría el Santo Sepulcro, basándose por un lado en una hermandad concepcionista que había existido y dejado de existir varios siglos atrás en su actual feligresía, y que nunca tuvo vinculación con la de los Caballeros del Santo Sepulcro.
Esos títulos, y la evolución que han tenido los de la mayor parte de las corporaciones nazarenas en el último medio siglo, acreditan sobradamente lo que podría llamarse la inflación de los epítetos en los nombres oficiales de las hermandades.
Recordatorio La Firma Invitada en Gente de Paz