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jueves, 10 de abril de 2014

Nisán: XXXVII El Duelo


Todos consuelan a la Reina del dolor y el lamento, tomando su mano, ofreciéndose como pañuelo y abrazándola con dulzura. Y Ella inunda al mundo entero con sus lágrimas. Su corazón casi naufraga en un océano de pesadumbre y su barco parece carecer de rumbo… pero en verdad, existe un destino para el timón de su navío.

De repente, en el cielo del horizonte se comienza a vislumbrar un rayo de sol entre la negrura de la tormenta, y entonces se produce la conversión... y María, que era hace un instante pasajera a la deriva en mitad de la tempestad, se ha transmutado en capitana del velero, en marinera de esperanza, en ancla para la humanidad y otra vez en luchadora. Y seca su llanto en su manto de estrellas, para atisbar una pequeña sonrisa mientras nos habla de Él, de su mensaje, de su promesa, del tercer día. Y Ella, la que vinimos a consolar, se erige en consoladora del universo para empezar a devolvernos la Fe...


Me consuela la locura
que ha sumido mis desvelos
con su pésame la luna
y sus lágrimas el Cielo,

no puedo darle clausura,
como quieren mis anhelos,
al Dolor que me tortura
como un punzón rompe el hielo.

Y lágrimas no me quedan,
ni recelo a la ceguera
que causó tanto tormento.
Es la Fe mi compañera
para asir mi abatimiento.

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