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viernes, 13 de diciembre de 2013

Mi Túnica Nazarena

Estas ahí un año más, colgada en la misma percha, limpia y planchada, dándote la luz que tanto has añorado durante tu encierro en la oscuridad del armario.

Estas impaciente y gozosa al mismo tiempo. Impaciente porque a pesar de un año de espera, estos últimos minutos se te hacen eternos. Gozosa, porque sabes que pronto volveré a disfrutar de ese rito sin prisas, me vestiré contigo lentamente y orgulloso saldré camino de la Trinidad.

De nuevo te habrán desaparecido los chorreones, las manchas de cera. Las emociones, las anécdotas, los momentos vividos están impregnados en tu tejido, indelebles, al igual que en el fondo de mi corazón.

Nos conocimos no hace mucho, no tuviste la suerte de otras, no viviste mi ilusión infantil, no creciste a mi lado, pero conoces perfectamente la verdad de mis sentimientos, sabes de mi entusiasta entrega desde el primer momento, de mi joven servicio de hace años, de mi lealtad hoy, que ya empiezan a faltar las fuerzas y las piernas se cansan. Cuántos diálogos mudos y enamorados con mi Cristo y mi Virgen, cuántos piropos, cuántas plegarias te habrán tenido como única testigo, cuántos latidos emocionados habrás escuchado retumbar bajo tu tacto.


Sabes de mi seriedad, de mi cumplimiento en la Estación de Penitencia, quizás, con alguna leve mancha: unas breves palabras, un trago de agua para la sed. Pequeñas faltas que indulgente has sabido perdonar.

Eres, sin duda, el mejor celador, el más veterano Diputado Mayor de Gobierno para aquel que con sinceridad te siente, para el que sabe escuchar la voz de su conciencia.

Siempre te llevare con dignidad, con el respeto que mereces. No eres para mi, y no debería ser así para nadie, un atuendo folclórico ni un disfraz; eres algo realmente importante, eres el símbolo de un grupo de Hermanos, hombres y mujeres, familias enteras, unidos en el amor a sus Sagrados Titulares, un grupo de personas que trabajan sin desmayo para conseguir lo mejor para su Hermandad.

Y otra vez compartiremos nuevas vivencias, nuevos instantes únicos e irrepetibles, de emoción , de reflexión y oración, durante horas; hasta que de nuevo, volvamos a vivir los momentos agridulces del final de la procesión, cuando la alegría y la tristeza vuelvan a confundirse. Alegría al ver la entrada portentosa de nuestro Cristo de las Cinco Llagas y la maravilla de Nuestra Señora de la Esperanza, de nuevo en su capilla, después de haber brindado su belleza a toda Sevilla. Tristeza al tener la certeza de que esta cercana la despedida, de que esta próximo el adiós, cuando amorosamente, con cuidado, te guarde otra vez en el armario hasta el año que viene, cuando feliz vuelva a verte, limpia y planchada, colgada en la misma percha.






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