“Y esbozando sobre arena la forma de un pez, el hijo del hombre proclamó; Quién esté libre de pecado que tire la primera piedra”….
La sombra seca y acerada del abrojo, se refleja en aguas estancadas.
Dagas dormidas aguardan un amanecer sin luz, manipulando según intereses, por siglos, un mensaje de luz y esperanza. Cómo impura tienen, al torrente de virtud que a ellos mismos dio la vida. Sé sienten fuertes manipulando a los débiles, doctrina oscurantista que no quiere perder vigencia, ante la “buena nueva” que transmite el Papa Francisco I.
Contemplando la agonía del hombre Dios, en el madero, tres mujeres rotas de dolor, bebían la sangre de Jesús, en la más real comunión que ha existido. La tierra muerta del Gólgota se preñó de vida, entregando Dios al mundo la sangre del cordero.
Se mal llaman hombres de Dios, los que convierten el mensaje del Nazareno, en palabras vacías, yermas, escritas sobre tablas de poder y ambición, insultando el intemporal mensaje que florece en el corazón y aromatiza el alma con la esencia del Reino prometido.
Cuando la luz baña al ser las tinieblas no asustan. El cristiano refleja sus actos en la doctrina de Jesús, en unas palabras tan sencillas que elevan el alma hacia el bien, la bondad suprema. La que no estigmatiza, la que nos hace iguales y los sentimientos son sin género, lo que nos mueve a encontrar el sendero vivo de Jesús.
Tránsito
Jesús de Nazaret, hombre, redimió al mundo de sus tinieblas derramando en un madero su preciosa sangre. Después de su resurrección y subida a los cielos a la diestra del Padre, volvió a la tierra incorpóreamente con los sentimientos del hijo que iba a mostrar a María, su Santa Madre, su reino de paz eterna. Dolor al vacío, lágrimas como las enjugadas en el camino al calvario. La Pasión del hijo que atusa por última vez los cabellos a su madre. Angustia al secar las lágrimas, del tránsito de la Santa Madre por los suspiros de un hijo Dios. El cielo más bello floreció al recibir a la Reina de los Ángeles y un olor a Rosas cuajadas de Santidad impregno la oscuridad, bañándola de luz y al silencio en cantos de fe.
José Antonio Guzmán Pérez
Recordatorio Calvario de Iris