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domingo, 23 de marzo de 2014

Calvario de iris: Jesús, El Maestro.


Desde las murallas de la fortaleza Antonia, el estandarte del opresor romano, parece fijar su aguda mirada e instintivo oído, en los murmullos del Templo de Jerusalén. Los recaudadores entregan al procurador, el tributo a Roma, haciendo lo propio Roma, en suma notablemente  mermada  con los Sumos Sacerdotes. 

Jesús, el Maestro, predicaba ante muchos incrédulos y pocos portadores de fe. Pero, ¿a quién iban dirigidos  los preceptos del Nazareno?. Ante el estupor y contradicción de sus discípulos, al atender Jesús a la mujer Cananea y a gentiles,  el hijo del hombre comprendió, que su sangre sería derramada en el Gólgota para todo ser  creyente de su mensaje, sin distinciones. El ungido era juez espiritual, escuchaba con la dulzura infinita de su alma, predicaba con la sabiduría del Padre y aconsejaba con su sagrado corazón, abriéndolo a la conciencia humana. Pasado el cáliz de la pasión y resurrección de Cristo, se dividieron los conceptos de los discípulos. Unos abogaban por seguir rigurosamente los preceptos del maestro, otros encabezados por Pedro y con la idea de difundir el mensaje, consintieron a los nuevos bautizados, por ejemplo,  comer carne roja y no ser circuncidados.  Hoy, en nuestros días son desoídas las bienaventuranzas de Jesús. Muy pocos dejan sus bienes terrenales para seguir su doctrina espiritual. La desigualdad en el mundo, ha hecho que se pierda la palabra objetiva  para consolar el alma. ¿Qué queda hoy del mensaje primigenio del Nazareno?. La tolerancia hacia los pensamientos plurales, nacen viciados por intereses soterrados, que nunca hacen llegar al entendimiento. Jesús cargó un pesado e ingrato madero, con la única riqueza de un precioso  mensaje, de unión de los seres desde la paz.


-¿Por qué las Naciones se dividen en clases sociales y no son nuestros actos  los que reflejen la  grandeza o pequeñez de nuestros  corazones,  situándonos en el lugar que nos corresponde?.

-¿Por qué si no aceptas mis preceptos te margino, haciendo mía una fe Universal que proclama que todos somos iguales a los ojos del altísimo?.

Si Dios hecho hombre comprendió que la fe, abre las puertas de su Reino, ¿Quién somos nosotros para señalar con el dedo, plantando la mala hierba de la duda en el ser?. Jesús Misericordioso, danos la fuerza necesaria para ver en el prójimo la paz de tu luz divina.

José Antonio Guzmán Pérez











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