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miércoles, 26 de marzo de 2014

Sevilla: Estampa insólita de la Macarena en un Altar de Septenario de rosas y azucenas


No ha dejado a nadie indiferente el altar de septenario de la Esperanza Macarena. Alabanzas y críticas, con nombre o escudadas en el anonimato de las redes sociales, han proliferado sobre una composición rompedora y distinta, insólita hasta ahora en un culto cuaresmal en Sevilla. Flores blancas -azucenas y rosas-, en profusión y en un par de guirnaldas que cuelgan de la embocadura del camarín, cera en punta de lanza hacia el rostro de la Virgen, llaman la atención desde las mismas puertas de entrada de la basílica.

Al hermano mayor, Manuel García, le parece que el altar «está precioso, a algunos les gustará y a otros no, pero el libro de los gustos está abierto». Es consciente de que «nos miran con lupa, pero pienso que hay que innovar y no quedarnos anclados». Desde el inicio del septenario han pasado miles de personas por la basílica y nadie le ha dicho abiertamente nada en contra del sorprendente montaje.

Detrás de esta creación están las manos de los priostes Fernando Marmolejo y Jerónimo Núñez, y de un nutrido grupo de hermanos que ayudan en estas labores. Tampoco nadie ha criticado el altar a Marmolejo, entusiasmado con esta composición, en la que «hemos querido representar con rosas y azucenas blancas la pureza y Sevilla» Más de veinte docenas de cada una rodean a la Macarena, «primavera y Caresma, el camino a la Esperanza. Todo ello está ahí recogido, incluyendo esta tanda de candelero con cirios en orden creciente y descendente que dirigen hacia Ella». Quizá demasiado altos aún en el centro: «irán bajando en el septenario»: es la misma respuesta del hermano mayor y del prioste.

Flanqueando a la Virgen, vestida con el manto verde de los Cisneros y la saya blanca, los candelabros de cola de su paso, trufados de las mismas flores y hacia la embocadura del arco del camarón los dos varales que realizara Fernando Marmolejo Camargo en dos jarras de plata, por los que también ascienden las azucenas y las rosas. Quizá lo más llamativo son las dos guirnaldas que cuelgan del arco en este conjunto en el que «se ha buscado la armonía». En el interior del camarin, dos grandes bolas florales en grandes jarras de plata. «La Hermandad es faro y guía. No estamos inventando, siempre hemos sido pioneros, creadores y ejemplo para muchos», afirman.






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