Es realmente increíble que ya haya acabado todo. Hoy Lunes nos encontramos sumergidos en un ambiente de nostalgia cuando apenas hace unas horas estábamos a pie quieto perdiendo el sentido entre varales y racheos.
No soy capaz de describir lo acontecido esta Semana Santa de 2014, supongo que a cada cofrade de cualquier rincón de nuestro país le sucederá exactamente lo mismo. Esa sensación de estar esperando un año completo, lo que tarda en llegar y lo pronto que se pasa.
Hoy me preguntaban que por qué sentía pena, si verdaderamente el motivo de alegría es la Resurrección de nuestro Señor, pero sinceramente no supe qué responder. Algunos podrán estar de acuerdo conmigo y otros no, pero para mi la esencia pura de la Semana Santa es vivir la Pasión de Cristo, acompañarlo en su dolor, aliviar la amargura de su Madre…
De hecho, si se dan cuenta, poquitos son los cofrades que a día de hoy cuentan los días que faltan para el próximo Domingo de Resurrección, la mayoría ya hacemos las cábalas para el siguiente Domingo de Ramos. Y es que el espíritu es libre y la carne es débil, eso es así.
Esto no significa que no celebremos la vuelta a la vida de nuestro Señor, si no, no tendría sentido ninguno esta maravillosa Semana Grande, pero nosotros somos sufridores, nos gusta la penitencia elevada a su máxima potencia y como cofrades eso es el mayor de los delirios.
No puedo ocultar la emoción expresada en lágrimas mientras hago este artículo, escrito humildemente desde mis recuerdos, sensaciones y vivencias.
Algunos compañeros de carrera, algo menos cofrades, me preguntaban que si no me cansaba de “ver siempre lo mismo durante siete días y todos los años”. Mi respuesta era que ningún año es igual, ninguna cofradía se parece a otra, siempre hay detalles que marcan la diferencia de un año a otro, de un día a otro, de una hermandad a otra; bien sea el sitio desde donde lo veas, la marcha que suena en ese momento, la chicotá que trascurre delante de ti, incluso la expresión de ese Cristo siempre va a ser percibida de distinta forma.
Pero, como bien decimos, siempre “de frente” que esto sigue, que gracias a Dios nosotros somos cofrades todo el año y eso también se vive día a día. Sólo nos queda esperar, soñar despiertos y recordar los grandes momentos vividos.
Como decía Carlos Herrera, “la vida pasa como una lenta cofradía que siempre acaba siendo más rápida de lo que creemos”, y para eso nos ha mandado Dios a este mundo, para vivir cada momento en su justa manera.
Sólo quedan 341 días para el Domingo de Ramos. Disfrútenlos.
Estela García Núñez
Recordatorio La Saeta sube al Cielo: Estaba la Madre