Viernes de Dolores... El comienzo del sueño es inminente. La gloria casi
puede acariciarse con la yema de los dedos. Hace poco una buena amiga me decía
que le daba miedo que llegara la Semana Santa porque estaba mas cerca su final.
Yo también tengo esa sensación de inquietud desde hace varios días, conforme se
acercan las fechas señaladas en el calendario.
La Semana Santa es para el cofrade como el agua del desierto. Es muy
difícil de encontrar, un bien muy preciado. Además, si intentamos atrapar el
agua, terminará por escaparse entre nuestros dedos, que permanecerán húmedos
por un rato pero irán secándose poco a poco. Finalmente el agua que se escurra
terminará siendo una marca en la arena de nuestro corazón.
Esa es la magia de la Semana Santa, lo que la hace única. Su fugacidad la
convierte en un momento especial que se repite cada año en nuestras vidas, pero
siempre cautivándonos de diferente manera. Pasado este sueño del que no
querremos despertar tocará volver a la realidad y reiniciar esa cuenta atrás
del alma cofrade hasta la próxima Semana Santa. Lo vivido se alojará en el
océano de nuestros recuerdos, donde nos sumergiremos para alimentarnos
constantemente. Esa es la vida del cofrade. Una eterna espera en el recuerdo
hasta que de forma efímera podemos saborear nuestra bendita locura con todos
nuestros sentidos.
Solo me queda desearles de corazón una buena Semana Santa. Déjense
sorprender, permanezcan atentos y sobretodo abran el corazón ante lo que está
por venir, ábranle las puertas del alma a Cristo. Vivan esta semana como si
fuera la ultima. Y es que la espera volverá a comenzar y hemos de recolectar lo
que hemos ido sembrando todo el año. Merece la pena, ya lo creo que lo merece.
Y es que dentro de una semana me tocará acariciar el cielo con el Amor y
la Esperanza… Ya toca. Bendita locura.
José Barea