Una montaña de escombros es lo
único que queda de la iglesia de Sanjiang, demolida la semana pasada en la
provincia china de Zhejiang, al sur de Shanghái. Construida hace diez años
gracias a las donaciones de sus 2.000 feligreses, era uno de los templos
religiosos más importantes de Wenzhou, una próspera ciudad industrial de la
costa china conocida como la “Jerusalén de Oriente” por su millón de
cristianos. Su presencia es tan numerosa que, el mes pasado, miles de ellos se
manifestaron para impedir el derribo del templo y obligaron a las autoridades
locales a negociar con su sacerdote.
A pesar del compromiso adquirido
para tirar sólo dos plantas de un edificio anexo, las excavadoras y las grúas
de demolición echaron abajo todo el recinto alegando que no cumplía las normas
urbanísticas pertinentes. Para impedir más protestas de los fieles, un fuerte dispositivo
policial cortó las carreteras de acceso. Según la Prensa oficial, la licencia
de la iglesia estipulaba un área de 1.881 metros cuadrados, pero el complejo
ocupaba más de 11.000 metros cuadrados, incluyendo su templo principal, varias
dependencias contiguas y un aparcamiento.
A pesar de estas razones legales,
la alarma ha cundido entre la comunidad cristiana de China porque otras cinco
iglesias de Zhejiang van a ser demolidas o van a ver retiradas las grandes cruces
que coronan sus tejados. De ellas, cuatro se hallan en la misma ciudad de
Wenzhou. “Sospecho que se trata de una campaña perfectamente orquestada para
contener el rápido crecimiento del cristianismo”, denunció a la agencia France
Presse Bob Fu, presidente de la Asociación de Ayuda a China, un grupo religioso
con base en Estados Unidos.
Bajo el régimen autoritario del
Partido Comunista, el gigante asiático es un país ateo y no mantiene lazos
diplomáticos con el Vaticano, que en su lugar reconoce a Taiwán, la isla que
permanece separada de China desde el final de la guerra civil en 1949. Pero,
desde la muerte de Mao Zedong en 1976 y su apertura al capitalismo, el
cristianismo se ha propagado rápidamente y la libertad religiosa se halla, en
teoría, garantizada por la Constitución de 1982.
60 millones en la Iglesia
clandestina
En la práctica, el Partido
Comunista mantiene un estricto control sobre los diferentes cultos, que dirige
a través de organizaciones estatales como el Consejo Cristiano de China, que
cuenta con 20 millones de protestantes, y la Asociación Católica Patriótica,
con 12 millones de miembros. Pero su número podría ser mucho mayor, de hasta 60
millones de fieles que profesan su fe en la iglesia clandestina, por el auge
que vive la religión como consecuencia de la crisis de valores morales y
espirituales que ha traído su rapidísimo paso del comunismo atroz al
capitalismo salvaje.
En 1951, dos años después del
triunfo de la revolución comunista, Mao expulsó a los misioneros de China y
cortó sus lazos diplomáticos con el Vaticano. Seis décadas después, algunos
expertos calculan que será dentro de muy poco el país con más cristianos del
mundo, la mayoría protestantes. A tenor de un informe del Centro de
Investigación de Pew para la Religión y la Vida citado por el diario británico
“The Telegraph”, en 2010 había ya 58 millones de protestantes, por encima de
los 40 millones de Brasil y los 36 millones de Sudáfrica. Y, según explicaba al
mismo periódico el profesor Yang Fenggang, autor del libro “Religión en China:
supervivencia y renacimiento bajo el régimen comunista”, ese número podría
llegar a los 160 millones en 2025, por encima de los 159 millones de Estados
Unidos, donde la fe cristiana sufre un claro retroceso. Incluyendo a los
católicos, China podría tener más de 247 millones de fieles en 2030, superando
así a México, Brasil y EE.UU. y coronándose como el país con más cristianos del
mundo a pesar de los recelos del régimen.