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miércoles, 7 de mayo de 2014

La Voz de la Inexperiencia: ¡Vámonos de frente, Valiente!


De nuevo, mi humilde opinión y mi vana experiencia se hace eco un miércoles más. Tras lo acaecido estos días en mi vida he de dejar testimonio escrito de ello. 

Comienzo por felicitar, ya que nunca es tarde, y de antemano justifico que la dicha es buena, a las madres. 

A todas aquellas que madrugan cada día para poder darle a sus hijos algo de comer, ellas son esas que aun privándose de la infancia de sus medios metros de pura vitalidad, disfrutan de sus amagos de sonrisas mientras duermen, de esa tosecilla a media noche y de las patadas al aire en sus pesadillas. 

A todas aquellas madres que no conocen vida sin sus pequeñas vidas, que no entienden de más daño que las heridas en sus rodillas después de un traspiés, que no conciben un día sin la presencia de la inocencia. 


A todas aquellas madres que ven crecer a sus hijos, que se lamentan todas las veces que dijeron: "ay, que me lo como" y ahora es tarde para comérselo, "a ti, ¿quién te ha puesto tan hermoso, niño?" Como respuesta a todo enfado, y ese "pero... ¿Por qué?" "Porque no". Sonreid todas aquellas que os veáis identificadas, todas aquellas que encontráis todo lo que nosotros perdemos, por todas aquellas veces que nos jurasteis dejarnos, sí, pero sin cabeza. 
Esta chicotá que es la vida... ¡VA POR USTEDES!

Y ahora... Al hilo de vosotras están vuestros benditos hijos, niños que me hicieron disfrutar el pasado sábado 3 de mayo en la VI salida de la Santa Cruz del Huerto. 

Después de un recorrido algo ajetreado por mi parte, vi a uno de mis niños con los ojos anegados en lágrimas, "María, lo que tarda en llegar y lo rápido que se va", no pude resistirme a darle un abrazo y olvidarme de que la iglesia estaba llena de gente que me examinaba con no buenas intenciones precisamente. 

Gracias por hacerme disfrutar como solamente ustedes sabéis. 

Gracias como siempre a mi familia que me ha hecho formar parte de la bendita Hermandad a la que pertenezco. 

Y por último, gracias a todo aquel que me comprendió el pasado lunes. Gracias por pedirme ayuda. Gracias por darme la oportunidad de colaborar contigo, por abrirme las puertas de tu casa, por hacer que me sintiera como si de la mía se tratase. A ti, a los tuyos, a los míos y a todo aquel que se empeña en ponernos obstáculos. La grandeza de las personas no se puede medir, pero se hace notar con las palabras de quienes la rodean.

¡VÁMONOS DE FRENTE!

María Giraldo Cecilia













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