Nuestra historia no ha ido
cambiando sólo desde el punto de vista político, ideológico o económico.
Nuestra historia ha ido evolucionando de maneras diversas en todos los campos
existentes posibles con la colaboración de todos los ciudadanos. Con esto no voy
a deliberar y a hablar de temas mundialmente conocidos, con esto quiero
hablaros de aquel cachito de nuestra historia y por supuesto cultura con la que
contamos actualmente.
¿Alguna vez se han preguntado cómo sería el mundo cofrade sin gente joven? Y ya no sólo hablo de estudiantes,
sino de niños pequeños que desde que nacieron llevan en su sangre el latir
cofrade. A mi parecer no hay nada más precioso que ver las caras de los niños
pequeños cuando un paso de misterio o de palio pasan a su lado. Algunos de
ellos imitan lo que ven y se santiguan, otros empiezan con sus "mira mamá
qué bonita es la Virgen", y otros tantos van corriendo a pedir cera.
La cuestión es que nuestra
cultura y religión sigue calando hondo en las vidas y en los pensamientos de los
más pequeños. Me pregunto qué habría sido de mí, si mis padres no me hubieran
llevado cada Domingo de Ramos a ver la impresionante Entrada Triunfal saliendo
de un gran templo como es San Lorenzo. Quizás, no estaría tan unido a la Semana
Grande y todo lo que el mundo cofrade engloba. Imágenes como la que abre mi reflexión, que fue
tomada el día que este pequeño paso salió de Trinitarios me hacen sentirme
seguro de que las juventudes en las hermandades nunca desaparecerán, y me dan
el ánimo suficiente para seguir haciendo lo posible para que las cofradías y
nuestra pasión por ellas sigan ganando importancia.
Y es que gran parte de esta
importancia recala en los ya conocidos Grupos Jóvenes de las hermandades. Éstos
hacen un gran trabajo por mantener vivo el espíritu cofrade y cristiano
realizando diversas actividades y labores sociales. En estos grupos está el
futuro y si no se trabaja por su buen mantenimiento estaremos perdiendo algo
muy valioso. Tengo la gran suerte de contar con personas realmente cofrades
tanto en mi familia como en mis amistades y en todas esas personas hay una
mayoría joven que sienten como nadie ese espíritu "capillita" y
religioso. Después de años buscando un lugar en donde encontrarme a gusto
conmigo mismo, puedo deciros que lo he encontrado y que se encuentra en la
Semana Santa. Porque entre otras cosas, a mí me encanta cuando cojo mi tambor y
junto con mi hermana nos encontramos a decenas de niños pequeños que, al vernos,
se les iluminan los ojos diciéndoles a sus padres y abuelos "mira papá:
¡¡un tambor!!"
Puede que ese niño no sepa con
exactitud dónde toco o puede que ni se haya imaginado que lo hago en una
banda de Semana Santa, pero el hecho de alegrar la vida de muchos niños, aunque
sea por un minuto, nada más que por ver un instrumento musical de cerca que la
mayoría de las veces solo pueden ver en Semana Santa, hace que me sienta
orgulloso de ser cofrade y de verme en la situación en la que estoy. Y es que
quién me iba a mí a decir cuando yo era niño y el Jueves Santo veía a mi
hermandad en la calle, que algún día tendría la responsabilidad y el honor de
volver a formar su Grupo Joven. La inocente mirada de un niño mirando a Cristo
y a la Virgen María no tiene precio. Nuestro Padre Jesús ya nos dio una pista
muy clara cuando dijo:
- Dejad que los niños se acerquen
a mí, pues de ellos será el Reino de los Cielos.
Alberto Rider Cros
Esther Cayuelas González
Fotografía: Esther Cayuelas González