"Aires... de fantasía,
Pasionaria de mis coplas,
Templo para Andalucía,
enjuágame con tu aroma."
El Retablo
La
antigua ermita tenía un precioso retablo de Cayetano D'Acosta, construido hacia
1764 o 65 en el estilo barroco imperante en su época, con decoración y líneas
movidas del rococó sobre la estructura clásica de tres calles con camarín en la
central, y ático con el relieve de la venida del Espíritu Santo. Fue desmontado
al desaparecer la ermita y se conserva para su futura instalación en el lugar
más idóneo.
Para el
nuevo santuario la Hermandad
decidió construir un retablo acorde con la estética del edificio y con el gusto
popular andaluz. La
Hermandad constituyó una Comisión Pro Retablo, que encomendó
el estudio y proyecto a D. Juan Infante Galán. Los trabajos de diseño fueron
realizados entre agosto de 1977 y agosto de 1978. Estilísticamente se basaba en
el anterior retablo de la ermita, conectando con el novedoso diseño decorativo
de los albores del rococó.
El 30
de agosto de 1980 se firmaba el primer contrato para la construcción del
retablo con Antonio Martín Fernández como tallista y con Francisco Bailac
Cenizo para la carpintería artística. Para la obra de imaginería se contrató a
Manuel Carmona Martínez. En mayo de 1985 se organizó en Almonte una
"Exposición sobre el nuevo retablo y camarín para la Stma. Virgen del
Rocío", editándose un tríptico en el que consta que en esa fecha se
hallaban realizadas las cuatro ménsulas, las cuatro monumentales columnas, los
catorce colgantes de frutas y flores, las cuatro basas y capiteles, los cuatro
capiteles de las retropilastras. Por su parte, el escultor Manuel Carmona había
tallado los cuatro niños para las ménsulas, cuatro bocetos para los
Evangelistas que decorarán las pechinas, y el relieve de San Lucas ya labrado a
su tamaño.
Dificultades
técnicas en la resolución del diseño retrasaban la ejecución del retablo, por
lo que se decidió encomendar al tallista Antonio Martín Fernández un nuevo
proyecto que aprovechara los elementos ya ejecutados en la fase anterior. El 15
de junio de 1989 se convocó en Almonte a un equipo de artistas y asesores con
la misión de llevar a feliz término en un plazo de seis años obra tan esperada.
En ella participan el ya mencionado tallista Antonio Martín, los arquitectos
Pedro Rodríguez y María Luisa Marín, el escultor Manuel Carmona, el carpintero
Matías Aceitón, el marmolista Manuel Gómez Rodríguez, los orfebres de
Villarreal, encomendándose el proyecto iconográfico a Manuel J. Carrasco
Terriza, autor de estas líneas.
El
diseño elegido por Antonio Martín corresponde a los modelos barrocos sevillanos
de la primera mitad del setecientos. Tales retablos ponían el acento no en el
aspecto catequético sino en el cultual. Su aspecto, más que el de un libro abierto
con estampas, era el de la fachada arquitectónica de un edificio eterno que
quedaba más allá de sus columnas. En el centro se albergaba el camarín o
estancia de la imagen titular, verdadera antesala del cielo. A sus lados, los
santos intercesores en sus respectivas hornacinas.
Según
este condicionante, se han distribuido las figuras y temas de forma que tengan
una lectura unitaria explicativa del título de Virgen del Rocío y
de la acción del Espíritu Santo sobre María y sobre la Iglesia.
El
centro lo ocupa la imagen de la Santísima Virgen , con toda la carga significativa
de su iconografía mariológica, que ya hemos comentado líneas atrás. Unos
símbolos parlantes, tomados de la literatura bíblica y cercanos al paisaje
rociero (flores, cielo y aguas), ensalzarán la belleza de la Madre de Dios, la Tota Pulchra.
El
carácter específico de esta advocación mariana lo da su relación con el
Espíritu Santo. Por eso, coronando el retablo en el cuarto de esfera del
ábside, en la bóveda celeste, aparece el Espíritu Santo en forma de Blanca
Paloma, evocando la Creación
y la Encarnación
del Verbo, así como la epíclesis de la Eucaristía , en que se pide al Padre que el rocío
de su Espíritu santifique las ofrendas para que se conviertan en Cuerpo y
Sangre de Jesucristo. La Paloma
que sobrevuela la bóveda recuerda el momento en que el Espíritu Santo descendió
sobre Cristo cuando era bautizado en el Jordán por Juan el Bautista. Las
pneumatofanías o hierofanías del Espíritu Santo que completan el retablo serán:
la nube, desde la que el Paráclito, en forma de paloma, derrama los siete rayos
de sus dones, y la escena de la venida sobre el Colegio Apostólico y María
Santísima el día de Pentecostés en forma de lenguas de fuego.
Como
servidores de Dios, los ángeles aparecerán en sus diversos ministerios,
especialmente como intérpretes de instrumentos musicales del ambiente rociero:
la guitarra, la flauta y el tamboril.
Junto a
la Santísima Virgen
se sitúan los santos intercesores, aquellos que más cerca han estado de la Virgen Santísima
y han sido testigos de esa estrecha relación de Ella con el Espíritu Santo: San
Juan Bautista y San José.
En la
repisa del lado de la epístola, izquierda de la Virgen , irá situado San
Juan Bautista, doblemente testigo de la acción del Espíritu. En un relieve en
la entrecalle contigua al camarín, la Visitación de María a Isabel. En la Visitación , Juan saltó
de alegría en el vientre de Isabel. En aquel momento Isabel fue llena del
Espíritu Santo para pronunciar el saludo que hoy es plegaria de todo
cristiano: «Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu
vientre». En el relieve de la entrecalle opuesta, se representará, en
simetría con la escena del Nacimiento de Jesús, la Natividad del Bautista.
Entre los brazos de Santa María dio sus primeros vagidos el hijo de Zacarías e
Isabel. Con el tiempo, el Precursor sería testigo de la acción del Espíritu
sobre Jesús, que le ungió como Cristo y como Mesías al descender sobre El en
forma de paloma.
En la
repisa del lado del evangelio, a la derecha de la Virgen , su esposo, San
José, testigo de que lo concebido en Ella es obra del Espíritu Santo. Aparte de
Jesús, nadie más cercano a María que aquel hombre elegido por Dios para hacer
de Padre del Hijo de Dios y de esposo de María, custodio y protector de la Sagrada Familia
como lo es de la Iglesia ,
familia de los hijos de Dios. Se representará en edad joven, con los atributos
de su trabajo, por el que se santificó y sacó adelante a su Familia. En la
entrecalle contigua al camarín, el relieve de la Anunciación , en que el
Arcángel San Gabriel anuncia a María que concebirá por obra y gracia del
Espíritu Santo, quien la cubrirá con su sombra. En el lado opuesto, el
Nacimiento de Jesús.
En los
ejes verticales de las calles y entrecalles, se sitúan seis tarjas, en las que
aparecerán simétricamente en los dos principales superiores los bustos de San
Pedro y San Pablo, y en las cuatro laterales inferiores las cabezas de los
cuatro Padres de la Iglesia
latina: San Ambrosio, San Agustín, San Jerónimo y San Gregorio Magno. En el
conjunto del retablo, vienen a representar la asistencia del Espíritu Santo
sobre la Iglesia ,
y de modo especial sobre Pedro, como roca sobre la que Ella se funda, y timonel
de su barca de salvación. Es también una referencia local, por ser San Pedro
patrón de Almonte.
Una de
las atribuciones más importantes del Espíritu Santo es la inspiración de las
Sagradas Escrituras. Esta acción está plasmada en el retablo por los bustos de
San Pedro y San Pablo, autores ambos de escritos inspirados del Nuevo
Testamento; y enlaza simbólica y formalmente con las cuatro pechinas de la
cúpula central, en las que aparecen los Cuatro Evangelistas, obras del mismo
escultor del retablo, Manuel Carmona.
En el
banco del retablo, ya en la línea de tierra, y ejecutado en ricos mármoles
rojos y negros con motivos heráldicos en bronce, se situarán las referencias
cronológicas e institucionales. En el centro, en un medallón, el escudo de la Hermandad Matriz
de Almonte. En la puerta del lado del evangelio, el escudo del Papa Juan Pablo
II. En el lado opuesto, el de S. M. el Rey de España, don Juan Carlos I. Ambos
escudos hacen referencia a los títulos de «Pontificia y Real» de
que goza la Hermandad
Matriz desde 1920. Otras dos tarjas mostrarán en posiciones
simétricas los emblemas del actual Obispo de la Diócesis de Huelva, Mons.
Rafael González Moralejo, y en el otro extremo el del pueblo de Almonte.
Albergado
por el retablo, se sitúa el ámbito del presbiterio, donde se desarrollará la Sagrada Liturgia ,
en especial el Sacrificio de la
Misa , que es el verdadero centro y cumbre del culto
cristiano. En la Eucaristía ,
lo que es simbolizado en el retablo se da en realidad sacramental. Cristo, el
Hijo Eterno del Padre, hecho hombre en las entrañas de María por obra del Espíritu
Santo, se hace presente y se da en alimento y comida, cuando, por la epíclesis,
el rocío del Espíritu Santo transubstancia el pan y vino en el cuerpo y sangre
que engendró María en su seno.
Manuel J. Carrasco Terriza
Autor iconográfico del Retablo del
Santuario de Ntra. Sra. del Rocío