“En mis tiempos no había tanto
folclore”, “antes venían más legionarios”, “antes no había tantos pasos”,
“antes la Semana Santa era distinta”...
Estas y muchas otras son las
frases que he oído un millón de veces a mis mayores y que hoy en día me siguen
repitiendo. Me sorprende cuando hablo con mi abuelo de Semana Santa y veo que
no consigue entender cosas que para mí son de lo más normal. Ver como le tengo
que decir “andar rápido” para que entienda algo tan fácil como es “andar sobre
los pies” es algo que me hace reír. Pero es porque me fascina. Me encantaría
poder tener un aparato que me permitiera ver como la Semana Santa ha ido
evolucionando con el paso del tiempo; imágenes que ya no están o que han sido
modificadas, bandas que han nacido,
tradiciones que se han perdido y otras que se han creado nuevas, misterios que
han cambiado o incluso hermandades que se han mantenido tal y como eran aún
existiendo el paso de los años. Me paro a pensarlo y no sé qué me sorprende
más, si el cambio o el “no cambio”. Para mi el tiempo es algo que siempre me
tendrá asombrado, me parece increíble como cambian las cosas mientras que las
agujas del reloj siguen avanzando.
A mí siempre me gusta decir que
para saber quiénes somos, primero tenemos que saber quiénes fuimos. Y pienso
que los cofrades debemos de hacer lo mismo en ese sentido, ver cómo era todo
para saber cómo tenemos que trabajar. ¿Debe una hermandad cambiar tradiciones
que marcan su historia para evolucionar o no? ¿Debe una hermandad cambiar su
política para parecerse a una hermandad del siglo XXI y de tal manera adaptarse
también al pensamiento actual? Hago estas preguntas porque soy de una hermandad
en la que cada Semana Santa siempre se despierta el mismo debate, y me imagino
que no será la única. Por supuesto existen varias opiniones al respecto, y yo
no soy nadie para contradecirlas, aunque si para dar mi punto de vista. La
Semana Santa y todo lo que esta engloba, es puro sentimiento. Es la ilusión de ver a tus titulares lucirse en su
gran día y poder acompañarlos en su trayecto, es la felicidad y el orgullo de
ver que el esfuerzo de todo el año ha merecido la pena, y también es la
tristeza de cuando la semana que llevabas todo el año esperando llega a su fin.
Con esto quiero decir que por todo lo que llega a significar el mundo cofrade
en nuestras vidas, debemos de hacer todo lo que esté en nuestra mano para
mejorar cada día y ¿porqué no? Cambiar algo si es necesario.
Alguien muy cercano a mi me contó
el antes y el después de la Semana Santa de Córdoba. Y, ¿sabéis qué? Tras haber vivido 5 décadas en
esta preciosa ciudad, cada año que pasa se sorprende con el más mínimo detalle
y según él: "Cada año las hermandades lucen con más brillo que el
Sol". Por supuesto, estoy hablando de alguien que lleva ese latir cofrade
en sus venas y que cada año, cada día de la gran semana, se recorre las calles
de la ciudad para ver todas y cada una de las hermandades que salen a la calle.
Creo que es la persona que más me ha influido en esta vida y es él, con su
experiencia, el que me hace entender que los cambios no siempre son malos y que
dejarse la piel en que tu hermandad mejore día a día no es un esfuerzo sino un
placer. Ver hablar con tanta emoción a alguien tan mayor sobre este tema me
llega a erizar la piel de una manera inimaginable. Y si hay algo de lo que
estoy seguro es de que a pesar de los cambios que se puedan realizar, siempre
estará ahí lo que importa, lo que llena, la devoción y la fe.
Alberto Rider Cros
Esther Cayuelas González
Fuente Fotográfica Esther Cayelas