Los suspiros se entrecortan cuando al Ángel le cae sobre las alas el calor del verano. Y estas calendas siempre le suelen traer elecciones, restauraciones y, ya casi parece que se está convirtiendo en tradición, una Magna en el horizonte.
Le pregunta el Querubín si cambiarán la fecha del evento para que no coincida como el Corpus con noches de sábanas blancas de tergal. O mejor, piensa, que cambien la hora a la franja canaria por si se dan los retrasos que en la Magna anterior, no sea que, desde el Huerto de San Pedro el Real, sus dirigentes se molesten si el suspiro se torna en crítica organizativa.
Responde el Ángel divertido enseñándole una foto de un hermano mayor, aún electo. Posa henchido después de la victoria a unas elecciones a las que solo concurría él -no hay mucho mérito-. Pero no posa de terno ortodoxo, sino más bien con las vestiduras de quien se prepara para una romería.
El calor va aletargando el suspiro que aun guarda un último aliento para hoy. Cae su hálito sobre la cerámica que graba un nombre para la posteridad de una inauguración. Sabe el Ángel, aunque el calor lo abrase, que las obras de albañilería son efímeras, los Titulares eternos.
Joaquín de Sierra i Fabra
Recordatorio El suspiro del Ángel… Corneta y trombón