Me propuse no tratar el tema
debido al aluvión de noticias que la salida en procesión de Nuestra Señora de
la Fuensanta Coronada generó antes, durante y después de la celebración en sí,
las cuales me llevaron al más profundo hastío. No obstante, la noche del pasado
lunes 8, jornada posterior a la absurdamente polémica salida procesional de la
copatrona de la ciudad, me animé a leer la crónica que de la misma realizó el
periodista Francisco Mellado para Diario Córdoba (La Virgen de la Fuensanta deja la Catedral entre una gran multitud). Como toda –o casi toda- noticia
cofrade que aparece en el periódico local, la misma contaba en su versión
digital con la inevitable retahíla de comentarios antirreligiosos,
anticlericales, anticofrades, etc, etc… Ustedes ya saben: gente que piensa que los
creyentes y, por extensión, el mundo capillita
se compone exclusivamente de hombres y mujeres de derecha y ultraderecha.
Personas, en definitiva, que no pretenden más que herir a los católicos y que
el personal entre al trapo de la provocación olvidando que, por supuesto, en
esta vida no ofende quien quiere, sino quien puede. La verdad es que estas
opiniones, por supuesto respetables, no pasan de despertar en mí una risa contagiosa
como la que me provocaba Jarek el butanero, el personaje de José Mota que
contaba chistes ininteligibles de los que solo él se reía –porque solo él
comprendía- apostillados siempre con la frase “yo parto pecho”. Pues igual me
ocurre a mí: “yo parto pecho” cuando los leo.
El hecho
es que, en esta ocasión, los comentarios fueron más allá del ataque contra
aquellos a los que estas personas señalan una y otra vez como herederos directos
del nacionalcatolicismo (clero, Obispo, fieles en general y/o alcalde y ediles
del Partido Popular) imperante en el país durante la dictadura franquista.
Dictadura que, a todas luces, estas personas son quienes más añoran, pues si no
es difícil explicarse cómo alguien que lleva la friolera de 39 años enterrado
(el mismo periodo temporal que abarcó su gobierno en todo el país) está
constantemente en boca de tantos… Contemplo por tanto solo dos posibles
explicaciones: el padecimiento de un masoquismo patológico o bien la nostalgia
por la felicidad perdida (ya saben: contra Franco vivíamos mejor). Pero esta
vez sus críticas tuvieron por objeto a los miembros de los grupos jóvenes de
nuestras Cofradías, a los cuales tacharon de “pijos” acusándoles de ir de tasca
en tasca durante el traslado a la Catedral de la Virgen de la Fuensanta bebiendo
cerveza. Así de partida me pregunto qué hace gente a la que estas cosas ni les
van ni les vienen acudiendo a la procesión y siguiéndola… Porque es evidente
que tuvieron que seguir la comitiva procesional. ¿Cómo si no iban pues a saber
que los chavales iban de bar en bar?) Curiosa conducta. A mí no me gusta la
feria y, consecuentemente, con no ir tengo más que suficiente. No necesito
fustigarme acudiendo a un evento que no me atrae en absoluto. No entiendo, por
tanto, qué hacen tantos detractores de las Cofradías viendo procesiones. A este
ritmo cualquier día van a pasar ustedes a darnos lecciones de lo que es hacer
penitencia a los cofrades. ¡Qué divertida paradoja! En segundo lugar, calificar
a los componentes de los grupos jóvenes de “niños pijos” por ir a una procesión
con chaqueta y corbata me resulta muy osado. Un traje hoy día está al alcance
de la mayoría de las personas… no estamos en los años 30 ni 40 del pasado siglo
XX, cuando los caballeros tenían que acudir a un sastre a hacérselo a medida y
a costa de unos precios casi exclusivos para gente pudiente. Y para finalizar,
con respecto a las supuestas paradas de estos jóvenes cofrades en las tabernas,
primeramente me gustaría apreciar que a las horas en las que tuvo lugar el
traslado –entre las 9 y las 11.30 horas de la mañana- me sorprende muchísimo
que algunos tengan “cuerpo” para tomarse una cerveza. No obstante, si alguno de
ellos consideró razonable tomársela, desde mi punto de vista, lo hizo en el
sitio idóneo: en un bar. No formando parte del cortejo. Por tal motivo no hallo
pecado alguno en ellos.
No me
cabe duda de que los cofrades tenemos muchos aspectos criticables, enjuiciables y totalmente censurables. Pero
los grupos jóvenes, conformados por chavales de distintas clases, de diversos
barrios y de familias de todas las ideologías, conforman quizá el elemento más
puro y noble de todo este mundillo. En muchas ocasiones los grupos jóvenes
desarrollan una labor asistencial admirable y digna de todo elogio (demasiadas
veces constituyen de hecho la única expresión de obra social de sus propias
Hermandades), como lo hacen con las recogidas de alimentos para los más
desfavorecidos o con las campañas de compra de material escolar para chavales
sin recursos. Otro ejemplo lo constituye la publicación de la revista Retablos
de Pasión, de próximo lanzamiento, con
cuyos beneficios los jóvenes cofrades que la están impulsando colaborarán con
la labor de Cáritas. Por todo lo expuesto, ante las descalificaciones que los
jóvenes cofrades han recibido, a los mismos recomiendo consideren la cita de
nuestro gran filósofo Lucio Anneo Séneca:
Buen juicio y mucha plática pocas veces se
conjuntan.
Por
último, a todos aquellos que censuran la labor de la juventud cofrade y, por
extensión, del mundo de las Cofradías, les ruego encarecidamente que conozcan
en profundidad aquello de lo que sistemáticamente despotrican antes de verter
sus críticas tan manidas como desfasadas. Ya lo dijo Cervantes en El Quijote:
“el que viaja mucho y lee mucho, ve mucho y anda mucho”. Si no es así, tendrán
que aplicarse la frase del genial Ludwig Wittgenstein:
De lo que no se puede hablar hay que callar.
Marcos Fernán Caballero
Recordatorio Candelabro de Cola: Hace 83 años