La primera Salida Procesional de la Virgen de la Paz y Esperanza no tuvo lugar un Miércoles Santo, sino un Domingo de Ramos. Caída la tarde del 6 de Abril de 1941, por vez primera, un cortejo nazareno atravesó el cancel del Convento de Capuchinos para adentrarse en el corazón mismo de un pueblo ávido de Paz y rebosante de Esperanza.
Mientras Europa se hundía
irremisiblemente en la guerra más cruenta y despiadada conocida por el ser
humano, el pueblo de España intentaba levantarse lentamente tras una lucha
fraticida que había llenado de heridas los cuatro puntos cardinales de esta
tierra.
La ciudad de Córdoba, que no
había sido ajena a las miserias de la contienda, a pesar de que en su seno
prácticamente no hubo lucha, siempre se ha dicho que en Córdoba la guerra duró
lo que tardaron en llegar los vehículos militares desde el cuartel de Artillería hasta
el Gobierno Civil, situado en la avenida Gran Capitán, frente a la antigua plaza de toros, sí sufrió la lacra del bombardeo a civiles y el horror que
provenía del resto de la provincia, donde muchos cordobeses perdieron a sus
familias. En este contexto, a imagen y semejanza de lo que sucedió en muchas
otras poblaciones, se fundó una hermandad bajo la advocación de la Paz.
Tras una casi testimonial
estancia en San Andrés, donde fue bendecida, la Virgen de la Paz y Esperanza, la
niña de Cerrillo, llegó a Capuchinos el 24 de febrero de 1940. Tras los cultos
cuaresmales celebrados entre el 17 y el 19 de Marzo y el primer besamanos del
Viernes de Dolores, la hermandad y al frente de la misma el Hermano Mayor, D.
Juan Calero Cantarero, afrontó su primera salida procesional el Domingo de
Ramos, no sin tener que superar numerosas dificultades.
Todo el cortejo, guión
procesional en la terminología clásica de la corporación capuchina, se diseñó
bajo la dirección artística de D. Juan Martínez Cerrillo, de cuya gubia nació
la Señora y más adelante Jesús de la Humildad y Paciencia, y el mando de D. Emiliano Caballano López, Albacea de Desfile, otro término tristemente desaparecido en los últimos
años que correspondía al actual cargo de Diputado Mayor de Gobierno.
El encargado de seleccionar la
primera cuadrilla de costaleros profesionales que portarían a Nuestra Señora
(seguimos con términos olvidados) de la Paz y Esperanza fue D. Bartolomé
González, en base a un contrato que establecía un pago de ochocientas
veinticinco pesetas para un total de treinta y seis hombres y que entre otras
cláusulas se exigía no ir bebidos ni hacer necesidades de ninguna clase bajo
las andas, la segunda de estas cláusulas impensable hoy en día en cualquiera de
nuestras cofradías.
El paso de la Virgen se montó en
la misma plaza por razones evidentes. La puerta del cocherón del que salen los
pasos en la actualidad y el cortejo, hasta el incomprensible cambio del año
pasado desde hace décadas, no existía, y la puerta de Capuchinos nunca permitió
la salida desde su interior de paso alguno. Por este motivo se instaló una
carpa en la plaza en cuyo interior se procedió al montaje del paso que carecía
de palio y fue realizado en la extinta Carpintería de Bailío por Manuel Pastor Alba
y Manuel Alba Sanz, quien fue propietario de la misma hasta su cierre no hace
tanto tiempo… El paso llevaba un respiradero de malla con palomas blancas (esas
que la especial sensibilidad han hecho desaparecer) y luz eléctrica en lugar de
cirios.
A las ocho de la tarde, el hogar
de los Capuchinos abrió su cancel para que alrededor de noventa nazarenos, de
los más de doscientos cincuenta hermanos que ya tenía la corporación, hicieran
historia convirtiendo la hermandad en cofradía y el sueño en realidad. Nazarenos
completamente blancos salvo por un pequeño ribete dorado y verde en el
cubrerrostro y el inevitable cordón de San Francisco, además de los guantes y
calcetines blancos y la hebilla del zapato negro, que desapareció también con
el tiempo.
La Virgen portaba una corona de
metal cincelado que todavía forma parte de su ajuar, realizada por Juan Gabriel
Lama que mostraba en el centro del resplandor el antiguo escudo corporativo,
diseñado por D. Rubén Medel Bolaño, secretario de la hermandad, un águila imperial
(bicéfala) similar al que se conserva en los escudos de las capas de los
nazarenos de la Paz, en cuyo interior figuraba el ancla símbolo de la
Esperanza. Cuentan las crónicas que la hermandad había solicitado a Víctor Manuel III, rey de Italia entre 1900 y 1946 (incluido el periodo fascista) y
Emperador de Etiopía entre 1936 y 1941, el título de Imperial, solicitud que
nunca obtuvo respuesta.
La saya de Nuestra Señora, de
raso blanco estaba rematada por un fajín verde. El manto, de terciopelo rojo cardenal,
llevaba palomas blancas y el escudo de la corporación cuyos bordados fueron
realizados por las monjas del Convento del Buen Pastor.
El cortejo iba precedido por la
Banda de Cornetas y Tambores del Frente de Juventudes y otra del Regimiento de
Artillería y en él figuraban tras la Cruz de Guía, un Simpecado realizado en
malla por José Rueda, con un medallón central con una imagen de la Inmaculada
Concepción pintada por Martínez Cerrillo y cuatro banderines con los escudos
pontificio, franciscano, el anagrama IHS y el Corazón de María bordados
igualmente por las monjas del Buen Pastor. Estas piezas aún forman parte del
patrimonio de la hermandad aunque no del cortejo actual. A la izquierda de la
Señora, con una túnica verde donada por una hermana y una capa roja que
pertenecía a la Divina Pastora de Capuchinos y que fue prestada por el guardián
del convento, San Juan Evangelista consolaba el llanto de la Reina de la Paz. Posteriormente la imagen del Apóstol acompañó a N.P.J. del Buen Suceso durante muchos años cada Martes Santo y aún forma parte del Patrimonio de la hermandad de San Andrés.
A la voz de D. Bartolomé
González, primer capataz de su navío, la Virgen inició un extensísimo
itinerario, recogido en las actas de la hermandad, inimaginable en la
actualidad, que provocará el asombro de propios y extraños, y que se desarrolló
por las siguientes calles:
Plaza de Capuchinos, Conde de Torres Cabrera, Campo de la Merced,
Puerta del Rincón, Alfaros, Plaza del Salvador, Calvo Sotelo (Capitulares),
Diario de Córdoba, San Fernando, Lucano, Plaza del Potro, General Cascajo, Don
Rodrigo, Plaza de San Pedro, Alfonso XII, Puerta Nueva, Ronda de Andújar,
Arroyo de San Lorenzo, Plaza de San Lorenzo, Padre Roelas, Plaza de San Rafael,
Portería de Santa María de Gracia, Santa María de Gracia, Realejo, San Andrés,
San Pablo, Alfonso XIII, María Cristina, Claudio Marcelo, Plaza de José Antonio
Primo de Rivera (Tendillas), Conde de Gondomar, Gran Capitán, Glorieta de los
Artilleros, Avenida del Generalísimo (Ronda de los Tejares), Campo de la
Merced, Conde de Torres Cabrera y Plaza de Capuchinos.
Un auténtico maratón, superado
por treinta y seis hombres, sin relevos, y por los valientes que lograron
regresar a Capuchinos alrededor de las dos de la madrugada del Lunes Santo.
Aquél día se inició una
maravillosa vinculación entre el pueblo de Córdoba y la belleza juvenil e
infinita de Aquella que quiso bajar de los Cielos para sembrar la Paz en la
tierra de nuestros abuelos. Mucho han cambiado las cosas desde entonces, para
bien y en ocasiones no tanto, pero el alma de aquellos hombres y mujeres que
iniciaron aquél sueño que se perpetúa de generación en generación sigue
habitando por los rincones de Capuchinos, sólo hay que saber buscar la esencia
y escuchar el espíritu de hermandad verdadera que late con fuerza Junto al
Bailío…
Guillermo Rodríguez
Bibliografía