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sábado, 18 de octubre de 2014

Sendero de Sueños: Nuestro secreto


En mis sueños, aún puedo percibir el olor a cera recién pinchada. Escuchar las conversaciones de mayores, mientras sentada, frente al paso, limpiaba su plata...

Mañanas de sábados, cuando al salir de la Academia de Antonio Mondéjar, mis pies se dirigían hacia la empedrada plaza capuchina, donde me esperaba él con su eterna sonrisa, su mirada de esperanza, sabiendo que me ofrecía un estupendo regalo, el amor a María.

Él me enseñaba con sus rudas manos el delicado quehacer de su trabajo. Me enseñaba con la paciencia del mejor de los maestros. Junto a nosotros, mi hermano, queriendo hacer lo que hacían los mayores... ¡menudo cabezota!

Cuando tulipas, gualdrapas, bambalinas...; cuando todo estaba preparado y sólo faltaba Ella, él iba en su busca. Y, aunque sus manos fueran rudas, la llevaba como quien sostiene la más delicada flor y la posaba sobre su paso. ¿Qué le diría en esos momentos? ¿Qué secretos compartirán los dos?

Majestuosa amanecía siempre la mañana del día señalado. Me encantaba ponerme el cubrerrostros y, que mi última mirada fuera para la suya, perfectamente alineada con la de sus grandes amores, la delicada y blanca flor capuchina y la colorida y olorosa flor marismeña.

Cada año igual pero diferente...

Hoy Ella volverá a salir. Él no podrá verlo en la tierra, pero sí en ese balcón reservado para los de la Hermandad. Estará junto a Dña. Carmen, esa mujer que tantas veces estuvo a solas con Ella. Los dos, intercambiarán sus secretos. Hablarán de lo que es estar a solas con la Virgen. Cómo es tenerla tan cerca que casi puedes escuchar su respiración. Estará con Diego. Juntos recorrerán el itinerario para que nada obstaculice el paso de la Señora. Juntos se emocionarán cuando vuelva a sonar el tintineo de la bambalina rozando los varales por la estrechez de San Zoilo. Se detendrán al llegar a las Capuchinas, esas mujeres que viven por y para orar por nosotros.

En fin..., aunque junto a mí no esté, sé que está dentro, y que por primera vez, Ella, él y yo, compartimos el último secreto.


Raquel Medina







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