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jueves, 9 de octubre de 2014

Sendero de Sueños: La táctica del avestruz


Hay una sevillana que dice, en uno de sus versos... "que me gusta que me digan, que me han estado criticando...". En el mundo que nos rodea, de incienso y pétalos de flor, parece ser que no todo el mundo acepta las críticas, aunque sean constructivas. Lo único que en muchas ocasiones extrae el criticado es ofensa, censura y persecución. Y la crítica por definición es un "examen y juicio acerca de alguien o algo y, en particular, el que se expresa públicamente sobre un espectáculo, un libro, una obra artística, etc.". No lo digo yo, lo dice la Real Academia de la Lengua. Como todo el mundo sabe, los exámenes se aprueban o se suspenden, lo que quiere decir que no toda la crítica debe ser entendida de manera negativa. Por otra parte cuando un profesor suspende un examen a un niño lo hace con la esperanza de que aprenda de sus errores para mejorar en la materia que sea. Que un niño no comprenda esto y coja una rabieta, puede ser entendible, pero que no lo haga un adulto, es para que se lo haga mirar.


Al aceptar un cargo de responsabilidad, en el ámbito que sea, la persona se expone a la crítica, a que los demás opinen sobre cómo se desempeña la labor que se ha decidido desarrollar, es una consecuencia de la decisión de aceptar ese puesto. Yo misma lo sufro, no sólo en mi vida de ocio, sino también laboral, estoy expuesta a la crítica y lo asumo. 

Cuando se está realizando una actividad pública, se está en la obligación de escuchar todas las críticas recibidas, aunque a veces duelan, porque léanme bien... los palmeros que jalean alrededor generalmente lo harán por interés. Sin embargo, los que dicen verdades sin miedo a ser repudiados por los que practican la táctica del avestruz de esconder la cabeza en un agujero para no saber lo que sucede cuando lo que les rodea no les gusta, no tienen más interés de ver crecer y mejorar, nuestro mundo cofrade. Lo entiendan o no, así es.

Interés de que nuestras hermandades tengan el sitio que merecen, que funcionen como creen que deben funcionar, y en ese sentido opinan, sin estar en posesión de la verdad pero hablando de frente. Lo único que anhelan es que, como dice Jaime Peñafiel, se acaben los cortesanos, y que los que tienen que decidir, los hermanos, decidan con conocimiento de causa y poder opinar en libertad, caminando todos de la mano, porque al fin y al cabo, estamos en el mismo barco.

Raquel Medina











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