Blas Jesús Muñoz. Quién le hace ascos a un rebujito fresquito en un día caluroso de mayo entre sevillanas, el sempiterno Sarandonga de Lolita, albero incrustado en la pituitaria, codazos varios, sudor y vasos de plástico. Andalucía y sus cofrades son así, haciendo del tópico virtud y llorando la pena mora de su mala suerte al cruzar la portada mastodóntica que, por suerte, no hizo Calatrava.
Ese es el ritual caduco de cada mayo, lo que no se esperaba es una convocatoria en noviembre, a modo de invitación, para degustar caldos aquellos dirigentes cofrades, cuyas corporaciones montan caseta o Cruz de Mayo.
Marketing puro y duro en el Círculo de la Amistad que se ha convertido, junto con la Fundación Miguel Castillejo, en el centro de operaciones de la actividad social cofrade.
¿Si todos compran habrá precio? ¿Tendrán las cofradías mayor margen de beneficio? ¿Organizará la Agrupación una presentación con una empresa de túnicas? ¿Amenizarán el evento con el "madre no me riñas más por salir de costalero"? ¿Habrá flamencas para la ocasión? No lo sé. Pero si que esta situación se asemeja más a un mercadeo y vanalización que, cada día, recuerda más al Templo y a Aquél que los expulsó. Mas no importa, abracemos el rebujito como paradigma de la ciudad y su leyenda.