Blas Jesús Muñoz. Que más de uno y de dos y de tres deberían volver a las aulas a recibir, como buenos educandos, clases de lengua española, literatura, historia, geografía, e incluso, latín (el inglés démoslo por perdido), no es nada nuevo. No solo los cofrades, sino gran parte de una sociedad que se ha ido empobreciendo en el espectro cultural a lo largo de estos años de reformas continuas y de los que antes vinieron. Pero no es el caso.
Durante los últimos meses, un buen amigo con mucho tiempo libre me ha ido recopilando vídeos con chicotás memorables (y no la de Nandel, que ya quisiera más de uno). Frases que pasarán a la historia de la aberración lingüística de más de un capataz de esta ciudad. No es ya que el vocabulario de quien se enfrenta a un paso haya de medirse con el de Cervantes, mas un poco de cuidado a la hora de expresarse no sería inconveniente.
Hay varias categorías entre estos recién llegados al toque del llamador. Está el mudo que solo rompe su silencio para un "venga de enfrente", "asín señores, asín" o un "qué buenos sois ustedes". Para eso mejor llamar al martillo y solo hablar en las maniobras.
Por otro lado, nos encontramos al incontinente lingüístico. Éste no puede callarse, se siente raro y empieza por llamar a los costaleros "poetas" y acaba mentando a las "madres, padres, tu hermana y tu abuela". Todo en femenino, no se sabe muy bien a tenor de qué. El amigo Freud algo diría seguro de haber visto cofradías de niño por las calles de Freiberg.
El último modelo de superación del lenguaje lo hallamos en el emocionado. Éste, en su emoción se come las palabras "sois la mejón cuadri... qué buenos so...". Todo asín de sentido.
Una vez superas el momento postraumático, ya te fijas en el andar de esos pasos y el dominio verbal del capataz se refleja claramente en el caminar de los costaleros. Y llegas a la conclusión de que se debería crear una escuela de capataces, pero ese asunto ya para el próximo día.