Esta semana vuelvo a escribir sobre un tema delicado. ¿Por qué? Porque me han vuelto a "tocar la moral", esta vez el asunto es todo un clásico: la educación religiosa en los colegios.
Fue mi compañera de piso la que desató la polémica aquella tarde entre unos cuantos oyentes. Ella está estudiando educación infantil y lo que ella no se esperaba fue que un simple comentario iba a desencadenar un asombroso debate.
Al parecer, ese día, les explicaron en clase que las cosas estaban cambiando y que por evitar ciertas disputas con las familias de los pequeños alumnos iban a modificar algunos matices de la educación en determinadas fechas del año.
Por ejemplo, a todos cuando éramos pequeños, en estas fechas nos daban los típicos dibujitos de belenes o nacimientos o de diversos motivos navideños para colorear. Pues bien, ahora eso no es lo correcto, no vaya a ser que la profesora le de a la pueril criatura el dibujito de un Niño Jesús y se vaya traumatizado a su casa porque los padres no son creyentes.
Y digo yo, a nadie de los que por aquel entonces coloreamos un nacimiento se nos ha diagnosticado una patología psicológica severa por aquello. Parece ser que somos sobrevivientes de tal "atroz y despiadado" sistema educativo en el que cada Navidad nos hacían ir vestidos de pastorcillos el último día antes de las vacaciones.
En mis tiempos de primaria, en los colegios públicos, el alumno que estudiaba Ética en vez de Religión era el rarito de la clase. Hoy en día casi un 50% de los alumnos decide (o mejor dicho, deciden sus padres) no matricularse de la asignatura de Religión.
Aquí es donde viene el dilema, ya que esto es un hecho evidente que abre el debate sobre la laicidad de la educación pública. He llegado a leer que algunas organizaciones sociales defienden que la escuela debe ser "escrupulosa con el principio de laicidad o neutralidad para el libre y pleno desarrollo de la personalidad humana".
Ahora yo me pongo en la situación de padres cristianos que por cuestiones económicas no pueden educar a su hijo en una escuela privada. Son esos padres los que deciden que su hijo reciba la doctrina de Religión en la escuela, ya que ésta no es laica o creyente, lo son las personas y la decisión de los padres debe ser respetada.
Pero claro, los que pensamos así somos unos irrespetuosos con los que creen diferente a nosotros. Mi pregunta es entonces: ¿dónde quedan nuestros derechos como cristianos?
Una vez más es nuestra comunidad la que sufre las consecuencias de los miedos sociales de una panda de peleles.
Mientras tanto, que nadie nos quite la ilusión de celebrar con alegría y devoción lo que nos acontece en estas fechas. No tengo más que decir, de momento. ¡Feliz Navidad!.
Estela García Núñez
Recordatorio La Saeta sube al Cielo: Por el camino difícil