El terminar de la Semana Santa trae consigo una hermosa época más conocida por sus agradables temperaturas y mundanas fiestas que por ser la Pascua de Resurrección, pero teniendo en cuenta las prioridades de esta sociedad no me extraña que la Pascua pase desapercibida, será porqué no salen pasos de los pasajes del evangelio más allá de la propia resurrección. Es digno de observar como la religiosidad de los “católicos no practicantes” empieza con una palma y se acaba con el último paso que entra el Domingo de Resurrección. Quizás esté equivocado y el nuevo testamento sea más corto de lo que yo creo, siendo esto así se debería elaborar una biblia para los cofrades, su extensión sólo abarcaría desde la entrada Triunfal en Jerusalén hasta el hallazgo del sepulcro abierto, aunque este tampoco carezca de interés para ellos. Parece una barbaridad pero ahorraríamos una considerable cantidad de papel al no imprimir el resto de los evangelios que a nadie interesan. Cristo, Señor mío, ¿qué le vamos a hacer si la gente se queda con la muerte, y ese no es el final, sino el principio?
Cincuenta días dura la Pascua, terminando en Pentecostés, pero de sobra es sabido que ésta es más famosa por la Blanca Paloma que por la venida del Espíritu Santo sobre su pueblo. Son 50 días en los que Cristo pasó al olvido con la misma rapidez que se marchitan los claveles de los canastos dorados. 50 días en los que los protagonistas van a ser las mundanizadas Cruces de Mayo (ya nadie recuerda que significaban esas cruces adornadas y vacías), los patios y la Feria dedicada a esa virgencita olvidada por todos en la ermita del cementerio de la Salud. Después de estas fiestas y como colofón del tiempo Pascual llegará el Corpus…
Digamos la verdad Córdoba no se merece ese Corpus, ese Corpus improvisado, esa cutrez que los que lo defienden la enmascaran con la palabra sencillez. No señores, el Corpus de esta ciudad es cutre, no sencillo, ¿han visto el Corpus de Huelva, Sevilla, Cádiz, Granada…? Eso son Corpus como Dios manda. Hasta Málaga mantiene los seises, pero como eso es un esfuerzo innecesario, aquí, se dejaron de sacar, el palio de respeto…lo mismo. ¿Tan difícil sería averiguar un par de chavales para los seises, hacerles una sotana decente a los acólitos que llevan insignias, o repartir cirios rojos entre los congregantes? ¿Hablar con el Ayuntamiento para adecentar las calles, sacar en modestos pasos las imágenes de San Rafael, la Inmaculada, San Acisclo y Santa Victoria, o que el cabildo municipal erija un altar como en las demás ciudades? ¿Qué le ha pasado al esplendor cordobés? ¿Qué le ha pasado a ese Corpus que tenía privilegio para celebrarse por la tarde por haber corridas de toros en la mañana a modo de festejo? ¿Qué le ha pasado a ese Corpus en el que la Catedral y la ciudad sacaba sus mejores galas, sus ornamentos, sus tapices, para engalanar el paso de Cristo en la custodia por las calles? Pues le ha pasado, que como todo en esta vida, eso implica esfuerzo, y la palabras Córdoba y esfuerzo no se llevan bien. Porqué claro, ¿para qué molestarse en montar tantas cosas, en sacar de sus cajones tantos ornamentos olvidados, para sólo 3 horas? Eso es el resumen de lo que nos merecemos. Porque nos merecemos todo lo que tenemos, podríamos tener tantas cosas dignísimas y decentes, tantos sueños de mejorar, que sin embargo, por desidia, se quedan en eso en sueños. Al final haremos lo de siempre, coger el coche e ir a Sevilla, que allí si hay un Corpus que merece la pena ver.
Antonio Maya Velázquez
Recordatorio La Espada de Damocles