El otro día leí no sé dónde un cartel que venía a decir que no hay que acabar con los pobres, sino con la pobreza. No les voy a negar que llamó mi atención, pues estoy de acuerdo al cien por ciento con la afirmación.
Se me vinieron a la cabeza inmediatamente varios artículos de Gente de Paz sobre la compostura de algunos nazarenos, que no todos (tampoco se ha dicho que sea en totalidad el cortejo) de cierta Hermandad que, a la vez que se publicaban estas "denuncias", en su perfil social felicitaba a todos por la excelente Estación de Penitencia.
Clara está, creo, la relación que quiero establecer entre lo que leí y la forma de actuar de la Junta de Gobierno. Sí, no se tiene que acabar ni menospreciar la opinión de unos y el trabajo fotográfico de otros, sino acabar con la ignorancia de los que no saben las normas, por lo menos en lo que respecta a los teléfonos móviles durante la Estación de Penitencia. Los demás aspectos a mejorar deben salir del informe del Diputado Mayor de Gobierno una vez reunido a posterioridad con sus Diputados de Tramo.
Por sacar a la luz los comportamientos inadecuados de ciertas personas no es para que se mate al mensajero, ya que estoy segura que lo pregonó con el fin de que se hiciera autocrítica, ya que también se exaltó lo positivo, pero claro, es mejor afirmar que en esta ciudad sólo sabemos criticar. Y mucho mejor atacar para intentar acabar con todo aquello que no me convenza, por un motivo u otro.
¿Cuál es el problema? Pues que no estamos acostumbrados a otra cosa que no sea regalarnos los oídos. Precisamente, acabo de leer una entrevista a un miembro del Consejo de Sevilla que si eso ocurriera en esta bendita ciudad, cuyas romerías se salvan por las peñas, la cabeza de más de uno sería cortada.
Raquel Medina
Recordatorio Sendero de Sueños: Cada cual en su sitio