Antonio Rendón Domínguez. El Santo Cristo de San Agustín del Convento Grande de los Agustinos (del que sólo queda el olvidado claustro) era el gran milagrero de hace 600 años. Salía en rogativa para frenar riadas, aliviar sequías por las guerras y las catástrofes, por los males, como esa peste cruenta por la que procesionó solemnemente el 2 de julio de 1640, que empezó a remitir desde ese mismo día.
El Santo Crucifijo de San Agustín vivió su tiempo de mayor esplendor entre la Edad Media en que iba hasta el Humilladero de la Cruz del Campo y el siglo XVIII, en el que decayó y desapareció la Hermandad que logró aglutinar y que procesionó los Viernes Santos a las tres de la tarde.
El Crucificado sucumbió a las llamas en el incendio provocado el 18 de julio de 1936 junto al Cristo de las Penas y la Virgen de Gracia y Esperanza de la Hermandad de San Roque, a cuya parroquia vecina del convento agustino llegó con la Desamortización de Mendizábal en 1835.
El Crucificado de San Agustín, que tallaría el sevillano Agustín Sánchez Cid Agüero en 1944, es réplica del antiguo Cristo destruido en la Guerra Civil, se venera hoy en la parroquia de San Roque donde tiene su altar propio y la Hermandad lucha cada 2 de Julio por mantener viva la tradición de la Función Votiva en la que no debe faltar la representación de la ciudad de Sevilla.
En representación del Consejo de Cofradías estuvo Francisco Vélez de Luna, como también las representaciones de la Hermandad de los Negritos con su Hermano Mayor y la Hermandad Filial de Sevilla de Ntra. Sra. de la Sierra. La homilía corrió a cargo del Rvdo. Francisco Bustamante Sainz y concelebrada por los Padres Agustinos Jesús Manuel Gutiérrez Pérez y Álvaro Martín Fuente.
Fotos Antonio Rendón Domínguez
Recordatorio Los concejales de IU y Participa Sevilla ausentes en la Función al Cristo de San Agustín