Blas Jesús Muñoz. El mundo se actualiza, se reinventa y, durante las últimas décadas, parece haber dado un salto al infinito tecnológico del que, de momento, no se conoce la medida. Actualizaciones que redundan en modas como las de las célebres GoPro (a saber, cámaras subjetivas) que, durante la última Semana Santa pudimos ver las imágenes que ofrecían delante de algún paso cordobés o jerezano, por ejemplo.
Cámaras que ahora se usan también para ofrecer imágenes nunca vistas de los ensayos de costaleros y que hacen recordar una antigua anécdota que narraba como, dentro de la parihuela de cierto paso hispalense, había colocada una bombilla que se encendía cuando el paso comenzaban a dejarse caer los kilos.
Como es natural, una vez encendida la luz el peso se aliviaba porque los costaleros se ponían la posición que de ellos se espera. Y, algo así, debe o puede suceder si sabes que una GoPro te está grabando. Quedaría mal eso de arrugarse ante los kilos, sobre todo, si lo visualiza el capataz.
Tal vez, en no mucho tiempo, observemos como a algún nazareno le viene la ocurrencia de llevar la camarita. Lejos de chascarrillos, antes se tenía el concepto de la intimidad espiritual de la procesión y, más allá de avances, parece que el concepto se ha transformado y la tecnología no deja de ser un mero instrumento para seguir fomentando el espectáculo.
