Hace unos días leí un artículo en la que el titular venía a decir que la solidaridad no tiene vacaciones, cosa que muchos olvidamos, pues la acción social de nuestras hermandades parece que sólo hace actos de presencia cuando más actividad tienen las corporaciones. Sin embargo, las instituciones o personas a las que se ayudan siguen con sus conflictos, malestares y angustia todo el año, sin entender de estaciones.
Es durante el verano cuando la cosa se paraliza del todo, gastando nosotros mismos un pastizal en las tan añoradas vacaciones estivales y que nos dejan más molidos que como las empezamos, en muchas ocasiones.
Es todo el año cuando debemos arrimar el hombro, no sirve de nada aparecer, en prensa o en redes sociales, durante lo meses más intensos ayudando al prójimo, cuando los meses que más tiempo tenemos para trabajar en ayudar al prójimo, realizamos un éxodo playero.
La acción social se debe proyectar no sólo para el curso cofrade, sino para 365 días, pues la necesidad no sabe de estaciones, nunca coge vacaciones, siempre está acechando a la vuelta de la esquina. La solidaridad no debe de descansar.
Raquel Medina