La luz se divide en una infinidad de pequeños triángulos vidriados, Eres el templo, donde revolotean los ecos de tus ancestros, amándote, protegiéndote, como en el vientre materno. Eres el punto donde convergen los caminos, andados por miles de años y tu simiente ya estaba plantada, aguardando su lenta floración.
El reencuentro de la gota de agua con su manantial, tras un largo recorrido, el néctar Consagrado en la primera Eucaristía, sagrario de Santa tierra, que guarda el dulce estigma de las flores. Susurros embellecidos por la Santidad, se elevan al alba hasta las manos del Padre, dadoras de todas las virtudes, corpóreas e incorpóreas. Adorado semblante del Hijo Bien Amado, que a su vez y a través de los ojos de María, bendice al mundo, con plegarias solo audibles al espíritu y sanadoras al corpóreo.
José Antonio Guzmán Pérez