Blas Jesús Muñoz. Como cada cuatro de septiembre, María Santísima de la Sierra deja su Santuario por unos días para regresar con sus devotos a Cabra. De tal forma que, como no podía ser de otra manera, tras el Rosario la Celestial Viajera partía hacia la localidad que, con tanta fe la espera, pasadas las tres de la tarde.
Bajaba la Santísima Virgen con el mismo manto que ya lo hiciera en idéntica jornada de 1915. Cien años entre dos instantáneas de una excepcional pieza que fuera regalada por la Duquesa de San Carlos y que fuera estrenado el 7 de septiembre de 1841.
La historia no es sino la crónica de una devoción intensa y entregada. La devoción es la fe y la fe se reviste de piedad popular entregada sin condiciones hacia una imagen como la de María Santísima de la Sierra, cuyos devotos están viviendo uno de los años más intensos de los que alcanza la memoria.