Blas Jesús Muñoz. Prácticamente, cualquier cofrade o cualquier cristiano sabe de sobra que existe una doble vara de medir con respecto a determinados actos y contra que símbolos vayan dirigidos. En el fondo y en la superficie, no se adopta la misma actitud si sufre un ataque un monumento religioso o, por contra, la superficie dañada contiene otro cariz.
Resulta más sencillo rasgarse las vestiduras, en el segundo de los casos, con grandes titulares que al político en general y al de "izquierdas", en particular, siempre vienen bien. En el otro caso, el que nos ocupa y disgusta a los cofrades y católicos no se suelta una declaración vehemente ni aunque lo manden a Guantánamo.
Pueden aparecer pintadas en la Iglesia de la Trinidad y en el monumento al que fuera su párroco hasta en dos ocasiones en el espacio de cinco meses, que luego viene Sadeco, y para una vez que hacen algo, lo limpian y Santas Pascuas. Eso no cuesta dinero, es un acto de gamberros, pero pobres chavales ¡No los vamos a crucificar por una chiquillada!
La vida de Córdoba es así, aletargada y contradictoria. Se divide entre los que entiendan la plana a las cofradías con sus puertas, sus museos y la importancia de que los belenes no lleven el nombre de municipal oo e que la Velá no se llame de la Fuensanta que hay a quien le producirá una reacción urticante y se verá obligado a hacer una ruta Fernandina spray en mano.
Recordatorio Enfoque: Los comparsistas también saben de cofradías