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sábado, 12 de septiembre de 2015

Candelabro de cola: Confesión



Un placer, señoras y señores, volver con todos ustedes a la luz del Candelabro de Cola de Gente de Paz tras dos meses de descanso.

Les cuento: el pasado lunes el diario ABC se hacía eco de la presencia en el programa Espejo Público de Antena 3 de las manifestaciones de un asesor de la policía que, tras permanecer infiltrado durante dos años y medio en el entorno familiar del “Cuco”- condenado por encubrimiento del homicidio de Marta del Castillo-, afirmó que el asesino confeso de la joven sevillana, Miguel Carcaño, trasladó en varias bolsas el cuerpo de esta tras haberlo descuartizado. Respecto a los sentimientos de la familia del encubridor cuando observaban las labores de rastreo en pos del cadáver de Marta, el infiltrado por el cuerpo de seguridad estatal declaró lo siguiente: “sentían «risa» y ha asegurado que nunca sintieron pena ni empatía”. Del mismo modo señala que “la familia del entonces menor le propuso «mover hilos» para que al abuelo y la madre de Marta del Castillo se les propinara «una buena paliza»”.

Y yo, Señor, debo confesarte que después de conocer tales detalles no puedo sentirme un buen seguidor de tu doctrina. No puedo hacerlo porque no alcanzo a comprender cómo se puede poner otra mejilla después del nuevo golpe (tristemente temo que no será el último) que la familia de la víctima de estos desgraciados, miserables, malnacidos, asesinos y encubridores se ve obligada a encajar. ¿De dónde sacarán ya fuerzas, Dios mío, para llevar el peso de esta cruz? Perder una hija, desconocer el paradero de su cadáver para darle sepultura, recibir el ultraje de la justicia (es un decir) y la humillación –encima de los encimas- de los responsables de la desaparición de Marta y de sus respectivas familias. ¿Cómo se puede consentir que en este país nuestro los asesinos tengan todos los derechos y garantías habidos y por haber y las verdaderas víctimas sufran semejante escarnio y no encuentren justicia? Seguro estoy, Señor, que no es propio de un buen cristiano anhelar desde lo más profundo de mi corazón que la mísera existencia de toda esta panda de desalmados esté marcada por las mayores desgracias y calamidades así como desearles el más terrible y agónico final para sus indeseables vidas. Porque francamente pienso que su mirada no merece  contemplar un panorama distinto que el circunscrito a tres paredes y una reja en la que se pudran encerrados consumiendo sin sentido lo que una aciaga noche, entre todos ustedes, también sin sentido, le robaron a una niña.

Por último no puedo ni quiero olvidarme de los legisladores españoles y de la corte de tertulianos meapilas que tienen distribuidos por los distintos programas de debates radiofónicos y televisivos que consienten y toleran semejante contubernio judicial como el que nos brindan, negándose a darnos un Estado de derecho digno de definirse como tal. A ustedes, que se valen de la excusa de que no es aconsejable “legislar en caliente” para no legislar nunca –ni en templado ni en frío- solamente les puedo desear que ninguno de sus más cercanos no tengan que pasar por un trance semejante al que tiene que atravesar la familia del Castillo. Dios quiera que ninguno de sus hijos o nietos tenga que sufrir lo que sufrió Marta para que llegue el día en que abran los ojos y abandonen para siempre ese buenismo estúpido propio de papanatas que parece ser su leitmotiv a la hora de legislar y defender esta pantomima de sistema jurídico que hace que delinquir resulte prácticamente gratis en este país de chichinabo en que están ustedes convirtiendo España.

Lo siento, Señor, pero no puedo ir a pedir confesión a ningún lugar sagrado. No puedo hacerlo porque no me arrepiento de ni una sola de cuantas palabras acabo de dejar escritas. Perdona Tú en tu infinita misericordia a estos desalmados que, después de manchar sus manos con la sangre de una inocente, además pretenden castigar físicamente a los miembros de una familia que luchan por encontrar el cadáver de su hija asesinada.


Marcos Fernán Caballero













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