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sábado, 3 de octubre de 2015

Candelabro de cola: La pérdida de lo comedido


Un amigo de nuestra familia de los de toda la vida empezó a trabajar en Madrid la última semana del pasado mes de agosto. El pobre hombre, que lleva toda la vida estudiando, tuvo recompensa a su esfuerzo aprobando sus oposiciones en el verano y, lógicamente, todo era felicidad y entusiasmo por la consecución de su plaza de trabajo. Pero esta semana, en una conversación telefónica que pudimos mantener con él, lo noté algo decaído. Cuando le preguntamos acerca del porqué de su estado de ánimo, nos contó que en el trabajo no ha sido muy bien acogido. Los compañeros le hacen el vacío y evitan mantener con él cualquier tipo de conversación so pretexto de que no le entienden al hablar con acento andaluz (lógico, con esta lengua nuestra tan similar al bielorruso es normal…). No obstante la guinda la ha puesto una de sus compañeras –por decir algo- a la que le han quitado parte de sus competencias para que las desempeñe nuestro amigo cuando, ni corta ni perezosa, la muy mezquina le espetó: “Pues chico, no me acabo yo de explicar cómo has aprobado tú unas oposiciones en Madrid viniendo de Andalucía, si allí todavía andáis lavando la ropa en el río”. Y descansando que se quedó la buena señora…

Este hecho creo que nos viene a demostrar varias cosas:

Primero: que en la capital del Reino de España existe vida humana mononeuronal que por instantes hace que uno deseara que la proclamación de la independencia de Andalucía del resto de España por parte del Duque de Medina Sidonia en 1641 hubiera llegado a buen fin.

Segundo: que en Madrid -al igual que ocurre en Cataluña- las personas más difíciles de soportar son los hijos y nietos de emigrantes, porque parece ser que tienen un empeño especial en mostrarse como los más castizos del mundo mundial (la lumbrera que nos dejó la cita de lavar en el río es hija de dos extremeños: tócate el…).

Tercero, último y más importante: que los andaluces deberíamos de poner mayor empeño en luchar porque la imagen de incultos, pícaros y despreocupados que se vende de nosotros en el resto de España a través de los distintos medios de comunicación sea erradicada. Si discrepan de esto pregúntense por qué las chachas (con todo el respeto del mundo para ellas) son siempre andaluzas y, en cambio, rara vez el andaluz es el psicólogo, el juez, el periodista o el neurocirujano profesional, responsable y respetado. Así, a bote pronto, en el bodrio “Médico de familia” la andaluza era la limpiadora de la casa. Más recientemente, en “Sin identidad”, la andaluza era la prostituta analfabeta y alcohólica. En “La que se avecina”, el personaje andaluz se dedica a asar espetos en la playa… y así podríamos seguir enumerando.

Pero ojo, que de esto, buena parte de culpa es nuestra. Es cierto que la gente tiene actualmente una falta de cultura general brutal: los sucesivos gobiernos del país nos han dejado el sistema educativo hecho unos zorros. Hace 25 años nuestro modelo se comparaba con el francés y hoy día estamos a la cola de los países de la Unión Europea de 28 (si quieren deprimirse un rato no tienen más que echarle un ojo a los sucesivos Informes Pisa… pero háganlo con un paquete de pañuelos cerquita). Y también es cierto que los jóvenes tienen, generalmente, muy poquito mundo recorrido, ¡con el remedio tan efectivo para eliminar prejuicios que supone viajar!

Yo no reniego de mis raíces andaluzas ni de mis tradiciones. Pero sí bien creo que es justo reconocer que en nuestras celebraciones nos excedemos muchísimo más de lo que sería deseable. A esto no ayuda absolutamente nada, en lo que al terreno cofrade respecta –que a fin de cuentas es de lo que aquí tratamos-, la profusión de Hermandades en las calles para celebrar casi cualquier efeméride, por muy peregrina que ésta sea. Y, por supuesto, si es con dos pasos, mucho mejor que con uno, no sea que los que no pisen la calle en noviembre se nos mosqueen y monten un dos de mayo en pleno otoño. Señoras, señores, hemos perdido el comedimiento. Y así, cualquier día, vamos a dejar de hablar de Semana Santa para hablar de Año Santo. Se lo digo yo, que soy un jartible de esto que cada semana les habla de Cofradías en torno al ascua de luz de un candelabro.


Marcos Fernán Caballero












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