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domingo, 11 de octubre de 2015

El viejo costal: Sínodo en Roma


Desde el 4 hasta el 25 de Octubre estarán congregados en la ciudad de Roma todos los Obispos del orbe, en total 270, junto a ellos, además estarán 24 expertos, 51 auditores, 18 matrimonios y 14 representantes de otras religiones. Todos reunidos trataran de decidir la postura de la Iglesia sobre la familia, teniendo en cuenta los nuevos desafíos y situaciones.

La postura inicial del Sumo Pontífice romano, y sucesor de Pedro está muy clara, según sus propias palabras debemos de “buscar, acoger y acompañar” a las personas en un contexto “bastante difícil”, la soledad se ha convertido en “el drama que aflige a muchos hombres y mujeres”, y nos pide que se ponga de nuevo en valor “el amor fiel y duradero”, llamando a los asistentes a la colaboración para que la Iglesia “sea un hospital de campaña que busque y cure a las parejas heridas, con el aceite de la acogida y la misericordia”. Son estas las líneas trazadas por el papa Francisco Y durante 21 días se trabajará sobre ellas.

El pasado día cinco, leía en el diario El País: “Como si se tratara de una adaptación del cuento de Monterroso, cuando el papa Francisco llegó el 26 de septiembre a Filadelfia para presidir el encuentro mundial de las familias, los dinosaurios de la Iglesia ya estaban allí. Los cardenales Gerhard L. Müller y Antonio María Rouco habían desayunado en el lujoso hotel Marriot –más de 400 euros la noche-, y su sola voluntad de exhibirse juntos en Estados Unidos a pocos días de la inauguración en Roma del Sínodo de los Obispos suponía de por sí una advertencia: la intención de Jorge Mario Bergoglio de abrir la Iglesia a nuevos modelos de familia se iba a encontrar con una oposición fuerte y bien organizada.”

Y no llego a entender como se puede ser opositor del Sumo Pontífice romano, cuando la realidad está desbordando con creces la lejana ficción de algunos Cardenales, no llego a entender las dos posturas de este encuentro, por una parte la de quienes detestan a los pecadores, tratándolos con una hostilidad manifiesta, otros queriendo sanar sus heridas, nuestra Iglesia y nosotros deberíamos de recordar siempre que Dios perdona los pecados.

En todos los casos de familias disgregadas que conozco, nunca o casi nunca se cumple que la culpabilidad sea de los dos, y los dos culpables de la ruptura familiar, en todos los casos, son los dos los que pagan las consecuencias con la Iglesia, y con la sociedad, y digo los dos en el mejor de los casos. 

En este Sínodo está sucediendo algo muy especial, al mismo está asistiendo en brazos de su madre, que interviene como auditora, un pequeño holandés, de tres meses y que está siendo el centro de atención de los participantes, incluido el mismo papa, se llama Davide.

Los hijos que casi siempre se nos olvidan en la actual sociedad, creo que han de ser defendidos, y atraídos hacia una iglesia llena de comprensión y de perdón, al menos hacia ellos que evidentemente no tienen culpa alguna. 

No debemos dejar que los hijos paguen el precio del pecado de los padres, y si hay perdón, que debería de haberlo, nadie ha de pagar las consecuencias de otro ser humano.

Mis pecados, que son muchos, son míos, no de mi esposa ni de mis hijos, esto no siempre es así, los padres separados son retirados de la participación plena en la Iglesia, cosas de algunos dinosaurios, pagando por un acto personal el resto del personal que forman la familia.

Y es en este momento cuando recuerdo que en su día, por pertenecer a una Cofradía denominada “Pontificia”, en el juramento de hermano, entre otras cosas “también me comprometí a obedecer, reverenciar y defender al Sumo Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra, con todas mis fuerzas” y dije en aquel momento que en presencia de Dios Nuestro Señor, lo juro, prometo y confieso.

Ahora solo me resta a modo de preces pedir la intercesión Divina del Espíritu Santo, para que iluminando a todos los asistentes, señale con claridad el camino del perdón, el camino de la misericordia, para que todas las familias y todos sus componentes sean admitidos en nuestra Iglesia, y podamos disfrutar desde ella con la compresión, el perdón y la realidad existente en el mundo.

Antonio Alcántara












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