Suspira el querubín por esas hermandades con priostes que desconocen las medidas de los pasos, el arte de pinchar la cera o de cuando la flor perfuma y agrada, y cuando un dosel te da un berrinche porque el altar se parece más a los colores corporativos del Barcelona que al marco donde poner a tu Virgen.
Suspiros alados por ese prioste que guió el paso hasta un recinto monumental para exponerlo y, cuando llegó a la puerta, descubrió con horror que no entraba. Probó a desmontar y remontar pero pronto perdió la esperanza y se lo tuvieron que llevar para traerlo de nuevo por partes.
Suspira el Ángel porque sabe que los errores se corrigen en los bares, los pactos se sellan en los altares y en los balcones se dejan ver como reyes antiguos enemigos, reconciliados por un nuevo enemigo común al que observan mientras con sus sonrisas cómplices parecen querer decir que lo envidian.
Joaquín de Sierra i Fabra