Blas Jesús Muñoz. Cada palabra, cada enfoque y algún que otro cáliz lo han venido advirtiendo. Este no va a ser un camino fácil y parte de los enemigos están en tu propia casa. Y, sin embargo, la asamblea, hermanos mayor a hermano mayor -de viva voz- fueron pronunciando sus síes como en la banda sonora de una película de la que somos protagonistas en la medida en que se nos ataca reiteradamente. Lo siento, yo no perdonaré a quienes se meten con lo que es mi fe ni me creeré a una alcaldesa tan vacía de ideología como un programa del corazón.
Mucho menos me creeré al Icomos, más allá de haberse convertido en la tabla de salvación de Rosa Aguilar y Rafael de La-Hoz. La primera ya tiene una excusa que repetir hasta convertirla en verdad. El segundo lo mismo que la primera, con la salvedad de que cree que le han reconocido la valía artística de algo que no la tiene y que pasaría por indiferente en cualquier otro monumento.
En la pantomima el organismo asesor sabe ahora de cofradías, qué listos. Tanto que tildan de "rabieta infantil" la resolución alcanzada. Es más, para el Icomos el templo "no es un lugar de paso y ya hemos dicho que no a la transformación de la celosía por una serie de razones" ¿No lo es? Cerrémoslo pues a los turistas.
Con la misma pedantería que el niño recibido de la clase que saca ochos y ansía soeces, creen que nos pueden tomar por tontos de manera impune. Creen que nuestra decisión es política cuando aquí de lo que se habla es de comunión con nuestra Iglesia. Pero no lo entienden porque es otro idioma. Amo profundamente una idea de ciudad que nunca veré y, lejos del primer desengaño, nunca permitamos que nos invada la estulcia sobrevenida. Es tiempo de héroes.