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viernes, 13 de noviembre de 2015

Enfoque: Todos contra las cofradías


Blas Jesús Muñoz. El poder de las cofradías queda fuera de toda duda, condición social y medida. Es un mundo al revés en que ya nadie emigra a la playa y te miran raro cuando dices que eres cofrade, vistes la túnica, te ajustas el costal o tocas la corneta. Antes no era así. Antes te preguntaban con curiosidad, te miraban por encima del hombro o cambiaban rápidamente de tercio.

El acento o el entrecomillado lo situaban sobre el friki, el rarito o el fachita. Era así. Tan así y tan cordobés era que, si ya decías que te ibas a Sevilla, poco más y pasabas al grado de pichita, desertor de la patria cordobesa en una especie de nacionalismo cantonal chusco que transitaba entre Arturo el de Les Corts y el tres por dos (cuatro por tres o cinco por seis, no lo sé ni tengo interés) del Soc Cordobés.

En un instante, cual estallido nuclear, todo ha cambiado. Una decisión ha revolucionado las redes sociales (o, mejor dicho, a una parte de éstas) y acusan a los cofrades de dar una respuesta política, sin tener en cuenta aquello que defendías los clásicos (no hablo de veteranos del Madrid o el Barcelona) griegos de que el hombre es un animal político y todo se desarrolla dentro de dicho ámbito. Aparte de ello, también resulta que, en caso de serlo que no lo es, por ser cofrade ya no tienes derecho a pronunciarte libremente.

Ir a la Catedral en pleno ha puesto nervioso al Icomos (porque todo el mundo sabe que un par de decenas de mil nazarenos una semana propician más sufrimiento al templo que tres mil turistas al día durante todo el año). Ha puesto nerviosa a una asociación que se preocupa por la movilidad cuando la Judería está cerrada al tráfico a cal y canto durante todo el año. Ha puesto nerviosa a la Junta (es ironía), que dice que no ataca, desdiciéndose de su propia resolución.

Todos apuntan al mismo sitio... Es el momento de seguir adelante.










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