El tiempo pasa sin detenerse, sin mirar hacia atrás para ver quién deja atrás y cómo se deja. La hoja del calendario ya anuncia que hemos entrado en el tiempo de Adviento, ese tiempo en el que todos esperamos el nacimiento del Rey de Reyes en un viejo pesebre. Contrariamente a Él nosotros viviremos entre la opulencia, las comidas copiosas, las prisas de un ir y venir a grandes almacenes haciendo compras absurdas.
Ahora, cuando el frío cala nuestros huesos, es cuando nos acordamos de hay personas que no tienen que comer ni dónde resguardarse de este gélido frío que nos visita. Como cada año por estas fechas pregunto: ¿qué pasa el resto del año?, ¿delegamos este pilar de cualquier hermandad a otras organizaciones porque estamos demasiado centrados en otras cosas banales como estrenos, cambios de captaces o bandas o simplemente en otras cosas superficiales?
San Mateo nos dice que en cada hambriento está presente el mismo Cristo (cf. Mt 25,35-40), por lo que deberíamos hacer de esto un lema, no sólo de nuestra hermandades, sino interiorizarlos cada uno de nosotros y recordarlo durante los 365 días del año.
