Suspira el querubín entre nubes de tormenta primaveral que igual se quedan en amenaza, o igual descargan con furia la lluvia que te hace dar la vuelta al templo despreciando refugios porque una vez que te has mojado sacar el paraguas se convierte en redundancia.
Suspiros alados porque la lluvia cae alegórica reflejando los relámpagos de otras tormentas silenciosas que se viven en susurros y en suspiros que quieren mover de la silla al que está para que pinte el cartel otro más joven y más inexperto.
Suspira el Ángel porque sabe que los retornos aparecen de vez cuando con vocación de permanencia y las partes, aunque sean segundas, se viven al principio con la ilusión del que recuerda como soñaba la flauta u otro instrumento al principio de la primera.
Joaquín de Sierra i Fabra
Recordatorio El Suspiro del Ángel: Tres que dijeron no