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jueves, 31 de diciembre de 2015

Curro y las tres cuadrillas de plata


Blas Jesús Muñoz. Se inicia la década de los noventa en Córdoba y, un joven capataz, llama a las puertas de su destino. El proceso se ha iniciado en la Hermandad del Huerto, al frente de la cuadrilla de la Candelaria, así como asumiendo la responsabilidad de los costaleros del Cristo de Gracia y en el Santo Sepulcro, el capataz, Luis Miguel Carrión Huertas, comienza a calibrar la dimensión que tomarán los acontecimientos.

La Córdoba costalera en la que prueba sus inicios Curro se antoja con una fisionomía muy diferente a la que hoy observamos. Es una ciudad distinta y la concepción del mundo del costal va de la mano de ese concepto. La capacidad de sufrimiento de los hombres de abajo es máxima, en contraste o como completo del exiguo número de costaleros existentes. El tiempo, el afán de superación traerán consigo técnica y un salto cuantitativo hacia el infinito.

Serán los años donde se fragüen los cimientos; la aparición de Manolo Santiago que dota al capataz de un modelo, un sentido de las cosas y, ante todo, de un amigo inolvidable. Fueron los años del avance silencio, de la expectación, del artífice de un modelo de trabajo que se implantará para llegar reforzado y vital hasta nuestros días.

Tres cuadrillas que, con unos u otros costaleros, han cumplido o cumplen sus bodas de plata, con el denominador común de Curro al frente de las mismas. Cuando el tiempo nos lleve a una Semana Santa distante, las recordarán con añoranza o curiosidad, admiración o sorpresa. Eso el tiempo lo dirá. Entre tanto, un cuarto de siglo, o más, es mucho en este breve lapso de historia.




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