Blas Jesús Muñoz. Una sola calle y dos balcones bien dispuestos fueron capaces de establecer el punto equidistante entre el éxito y el caos. En el caso de que el palio de la Presentación hubiese llegado a su destino, al final de la calle San Roque, casi con toda certeza no estarían leyendo estas líneas, así como sus precedentes en una cadena incesante de noticias.
Dos balcones bien dispuestos y la mejor Semana Santa del universo (no busquen la ironía porque es mi pensamiento) tiembla como un niño acobardado ante el temor a la oscuridad honda de una noche de invierno. La reacción -quién sabe si histérica- se reduce a proponer alborotadamente soluciones que no parecen habilitar el interruptor y que vuelva la luz.
El Plan Nieto estaba de antes y nadie lo quiso, mientras que ahora parecía proponerse como la única salida airosa y más o menos digna de cara a que nadie se retratase demasiado. El de la Macarena parecía recién salido del horno, coyuntural y con un toque de oportunismo a la medida de los tiempos en que vivimos, donde la ocurrencia es el pan nuestro de cada día. Por eso al final se ha tomado la única decisión factible a estas alturas de la película, no hacer absolutamente nada.
Al número cerrado, al de este año salen los hermanos con número par y el que viene los de impar, a esa medida nadie parece arrojarse. Entre tanto, el mastodonte crece y las negativas reiteradas dejan en evidencia que algo esta fallando. Hasta en Sevilla desatinan cuando lo más atinado sería la prudencia y el trabajo anónimo.