Blas J. Muñoz. En ocasiones presencio escenas, leo noticias, escucho audios u observo vídeos que, de tener hipo, me lo quitarían del susto del pasmo. Hará un par de meses me preguntaron en una entrevista en Córdoba Penitente, si se estaba banalizando la Semana Santa. Si les soy sincero no recuerdo con nitidez mi propia respuesta, aunque a la hora que les escribo pienso que las cofradías, las personas que las integran, no son más que el reflejo de la sociedad en que vivimos.
Hay mayorías silenciosas, por ejemplo, que en desacuerdo con algunas minorías aguantan no se sabe muy bien si por educación o por miedo. Términos que no son equivalentes, aunque se desee que vayan de la mano porque el miedo es más poderoso que las normas de educación. Una educación de calidad te hace fuerte, te dota de espíritu crítico y, en su último extremo, te hace libre.
Pero también dentro de la mayoría el conjunto es heterogéneo y, en la cofrade, se buscan los clicks, los clichés de toda la vida, que te distingan del resto. Y eso se nota hasta en el que viene de fuera, con gente de dentro, y es capaz de organizar una exposición fotográfica, titulada "Mantillas. Entre pipas cirios y rosarios". A nivel conceptual la idea de Caja Sol no es ni mala ni buena porque no parte del propio mundo de las hermandades, o eso queremos pensar. Sin embargo, es llamativo que, con el boato artístico de por medio, se use simbología propia de las cofradías -religiosa- para una representación civil.
Es curioso que se invite a alguien a disfrazarse de mantilla o de costalero para sacarlo de su contenido y continente y montar su propia fiesta. No es menos llamativo que se realicen para la misma instantáneas en las que se interpreta dolor, llanto y lamento contenido. Como tampoco deja de serlo que se vea a un costalero con una camisa que recuerda más a la de algún actor de alguna serie de Tele 5 (con las que le lleva cayendo por menos a los costaleros desde hace años...). Y lo que más atrae es que algunas de las fotos hayan sido tomadas por cofrades.
Nosotros les proponemos en este enfoque nuestra particular aportación. La única diferencia o leve detalle es que la foto que lo ilustra está hecha en Semana Santa, sin necesidad de utilizar la plaza de Capuchinos como escenario de una obra de teatro.