Juan Pérez. El Miércoles Santo de este año tuve la
oportunidad de escaparme unas horas a Córdoba y ver varias cofradías y
despejarme un poco del cargado ambiente del Duque y de mis visiones de
los pasos en frente del América. Pusimos rumbo arriba del Guadalquivir y
me sorprendió lo bonitas que se ven las hermandades en el Patio de los
Naranjos de la Mezquita-Catedral.
Pude escuchar a dos bandas de cornetas cordobesas y las dos
me causaron una magnífica impresión. La primera, Coronación de Espinas,
hacia más de quince años que no la escuchaba en directo. Aquella vez
fue detrás del Soberano Poder de San Gonzalo en el Vía Crucis Magno y
tanto entonces como ahora me cautivó.
Suena limpio y clásico Coronación y tuvo el mérito de ser
una banda de cornetas llamada de fuera para tocar en Sevilla como ahora
pasa con Rosario de Cádiz. El chovinismo tan nuestro y la endogamia
inexplicable parece que, poco a poco, se va quebrando. Y aquella
actuación del 2000 fue la primera en que una banda de fuera de Sevilla y
su provincia venía a demostrar que hay vida fuera de lo que alcanza la
vista del Giraldillo.