Cuando la pasada semana se hizo público el cierre del convento de Santa Isabel de los Ángeles uno pudo sentir cómo, en cierto modo, una parte de la ciudad que conoció durante su infancia desaparecía para siempre. Así, de golpe y porrazo, el convento de madres clarisas en el que se rendía culto a una de las devociones más populares de la ciudad echaba el cierre tras siglos de historia. Un cartel colocado en la puerta del cocherón anexo daba una pista a los vecinos del barrio al informar de que el convento había dejado de vender dulces al público. La calleja y la plaza del Conde de Priego ya no se impregnarán de los característicos aromas salidos del obrador de las monjitas como lo hacían en los meses otoñales. Se irán como, tristemente, se fue para siempre la Soledad de Santiago que, en su destierro obligado del templo fernandino, no pudo encontrar mejor sitio para iniciar su estación de penitencia varios Viernes Santos convirtiéndose en la primera Hermandad de negro de Santa Marina.
Cierto es que, cuando el Obispado hizo público que el templo no se cerraba, sino que solamente lo hacía el convento, experimenté cierta sensación de alivio y desterré de mi mente la imagen de ver reducido el inmueble a su portada pelada y mondada, como penosamente ocurrió con el extinto monasterio de Santa María de Gracia... Hoy, plaza del Poeta Juan Bernier, para inmensa vergüenza de una ciudad que mandó a paseo un trocito de su historia tan alegremente. Vaya borrón -otro más- para una ciudad patrimonio de la humanidad.
Ahora, apartada de su sede secular la congregación clarisa, Santa Isabel de los Ángeles sería quizá sede ideal para alguna Hermandad cordobesa que fuese capaz de mantener esta joya religiosa, concediendo a su vez la posibilidad de mejorar el culto a los Sagrados Titulares de la misma. Sé que no es sencillo que este sueño se haga realidad pero, qué quieren que les diga: aún tengo la esperanza de que alguien nos evite ver este lugar de culto desacralizado y sin muebles, como me pasa cada vez que entro a la antigua parroquia de la Magdalena que, al final, ha quedado para sala de conciertos (pocos), sede de exposiciones temporales (aún más exiguas) y como marco de la boda de los protagonistas de la serie Allí Abajo (manda... lo que rima con abajo).
Marcos Fernán Caballero
Foto Gente de Paz