Cuando me encuentro acostada, con mi chica acurrucada sobre mí, soy incapaz de borrar de mente imágenes de niños, de bebés sin vida por culpa de algunos que no tienen más que odio en su cuerpo y su corazón.
Imágenes como la de aquel niño en la orilla del mar, ese lugar donde deben jugar con las olas y la arena. Pero eso, jugar, no vale que le sirvan de cuna o de lecho mortal. O la imagen más reciente de una niña tapada con esa "manta brillante" de princesa, que asegura su muerte con su muñequita al lado.
No hay derecho. No hay derecho que se acabe con la vida de personitas que aún ni han empezado a tener recuerdos. No hay derecho que se les arrebate su inocencia en nombre de un ser superior que, a buen seguro, no pide eso.
No hay derecho que hace unos días muchas personas se alegraran de la muerte de un joven por la cornada de un toro y hoy, no muestren su repulsión ante todos aquellos que se convierten en astados con armas de fuego o cualquier otra arma y son conscientes de lo que van hacer.
¡No hay derecho, Dios mío!
Hoy mi oración no va por las personas que están junto a Ti, Señor. Va por todos aquellos que de una manera u otra no viven con paz en su corazón, por aquellos que no tienen esperanza y se embarcan en un barco sin timón yendo a la deriva. Mi oración va por todos aquéllos que no dejan que muchas madres puedan dormir plácidamente con sus hijos como yo estoy haciendo con la mía.
Raquel Medina