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lunes, 29 de agosto de 2016

Candelabro de Cola: Decálogo de Recomendaciones para Aspirantes a Hermano Mayor


El otro día pude leer en Gente de Paz un artículo que mencionaba a las muchas Hermandades que han celebrado en el curso recién terminado comicios para elegir Hermano Mayor y/o Junta de Gobierno. Desde entonces hasta ahora no he dejado de pensar acerca de cuáles serían las características fundamentales o los requisitos básicos que debería cumplir aquella persona en cuyas manos queden los designios de una Hermandad durante varios años. Así pues, haciendo uso de la experiencia vivida en carne propia durante varios años como miembro de distintas Juntas de Gobierno (aunque no como cabeza principal, Dios me libre) y valiéndome de las vivencias de varios conocidos y algún amigo que sí ostentaron la “túnica sagrada” de sus respectivas Cofradías, me animo, con la dispensa de todos ustedes, a presentarles las siguientes recomendaciones  a todos aquellos valientes que deseen postularse al cargo de Hermano Mayor.

1.- Conditio sine qua non: paciencia, paciencia y paciencia. Un buen Hermano Mayor tiene que tener grandes dosis de templanza para dirigir su Cofradía y, en consecuencia, debe hacer gala de un gran autocontrol que le impida perder la debida compostura ante cualquier circunstancia. Esto debe aplicarse en el trato que se dispense a los distintos integrantes de la Junta así como ante cualquier Hermano de la Cofradía y, por supuesto, también con cualquier persona ajena a la misma. Por consiguiente esto supone tener que aguantar mucho a muchas personas. Poner esto negro sobre blanco es fácil. Llevarlo a la práctica durante al menos 3 o 4 años (en función de la duración del mandato que prescriba la normativa de la Hermandad) es harina de otro costal. Uno de los amigos a los que antes aludía comenta que, sin duda, lo que más mermó sus ánimos para presentarse en su momento a una posible reelección fue el hecho de tener que reprimir sus opiniones propias para no indisponerse con nadie y evitar, en la medida de lo posible, conflictos innecesarios en la Hermandad. Conflictos que, a pesar de todo, acaban por surgir de manera inevitable. El problema radica en que, muchas veces -prosigue su reflexión- los berrinches contenidos acaban por estallar y  terminan por pagarse con la familia y con los amigos más cercanos.

2.- Saber rodearse bien. Es totalmente lógico que una persona no domine todos los aspectos relacionados con el mundo cofrade. Particularmente entiendo que no está obligado a hacerlo aunque, lógicamente, es preferible tener el mayor número posible de nociones de este mundo y no empezar prácticamente de cero. De la selección de los miembros de la Junta dependerá, en gran medida, la buena marcha del mandato. Una advertencia: que una persona lleve en la Hermandad toda la vida no garantiza que tenga muy claro dónde está. No determinen nunca la inclusión de alguien en su Junta únicamente por cumplir con este criterio. Tampoco se acompleje porque algún miembro de la Junta tenga conocimientos notables que usted ignora por completo. La Junta de Gobierno puede asesorarle pero también discutirle ideas. De hecho constituirse como seno de debate debe ser una de sus funciones primordiales. Recuerde: usted necesita a los mejores trabajando por y para la Hermandad, no un coro de palmeros que le vitoreen constantemente.

La adecuada elección de todos los miembros es importante pero, sin duda, la que es determinante es la de las personas encargadas de la tesorería y de la secretaría de la Hermandad. Es cierto que una Hermandad no es una empresa y no puede funcionar como tal en muchos casos. Pero hay dos claras excepciones y éstas no son otras que las dos áreas citadas. Estas son las que tienen la responsabilidad de funcionar de la manera más profesional, seria y rigurosa posible. Respecto a la tesorería, vigile escrupulosamente todos los movimientos económicos de la Cofradía. Mejor pecar de desconfiado que de iluso.

3.- Gestione las diferencias con discreción y diplomacia. Ya hemos dicho que los conflictos en las Cofradías vienen solos. Exactamente igual que en cualquier otra organización humana. Ahora bien: las diferencias se deben debatir de puertas para adentro. Aquí surge otro aspecto clave. Como Hermano Mayor una de sus más arduas tareas será la de concienciar a su Junta de que, una vez adoptado un acuerdo en su seno, la decisión es la decisión de todos y, por consiguiente, de la Hermandad. Los debates no se deben realizar en las barras de bares ni mucho menos en tabernas cofrades.

Nunca hable mal de un miembro de su Junta en el exterior ni con otros componentes de la Junta. Entre otras cosas porque aquí nadie está porque perciba retribución económica alguna y, en cualquier momento, puede bajarse del barco. Nadie está obligado a aguantar desplantes, malas contestaciones ni distintas manifestaciones de frustraciones varias. Vivir sin trabajo es muy duro y más en los tiempos que corren. Vivir fuera de la Hermandad es perfectamente posible y en muchos casos hasta más sano.

4.- Fomente la cultura nazarena. Costaleros, capataces, músicos, servidores y otros que desean hacer Estación de Penitencia descubiertos (ese hecho es la clave) vendrán por sí solos. Los nazarenos, desgraciadamente, no. Luche contra la “capirofobia” (me acabo de inventar la palabreja) imperante en nuestra Semana Santa poniendo en valor lo hermoso de ser uno más contra el “aquí estoy yo de guapo/fuerte/virtuoso con mi instrumento”. Y hágalo dando ejemplo, narices. Un Hermano Mayor NO ESTÁ EN SU PUESTO SI ESTÁ BAJO LAS TRABAJADERAS. Tampoco considero legítimo blindarse en el martillo del paso de su Cofradía aprovechando que uno es el Hermano Mayor. Incluso me atrevo a decir que es una actitud innoble.

5.- Intente potenciar al máximo la asistencia de sus Hermanos a todos los Cultos de la Hermandad. Recuerde que la Cofradía tiene vida más allá de la Semana Santa y de la Cuaresma. Una vida que puede reportar beneficios espirituales a sus hermanos.

6.- La Hermandad tiene que ser capaz de sobrevivirle. Las Hermandades son en muchos casos el espejo de las decisiones –acertadas o equivocadas- adoptadas por los que la rigen. Una Hermandad tiene que ser perfectamente reconocible cuando usted y su Junta de Gobierno agoten su mandato. Esto de dar la vuelta a una Cofradía como un calcetín en poco tiempo no suele ser una buena idea y no termina por dar buenos resultados. Frecuentemente viene a demostrar falta de coherencia y una notable influencia de aquellos que no tienen conocimiento alguno de la Hermandad. Tal y como dice Julio Domínguez Arjona en el artículo del siguiente enlace, (http://www.galeon.com/juliodominguez/2013c/inmaculada.html), cualquier día habría que plantearse poner un azulejo en un templo que diga: “Este Hermano Mayor y su junta, no hicieron NADA y lo dejaron todo como estaba”. Ojo con esto. Y ojo, sobre todo, a las difíciles y temidas restauraciones de Titulares.

7.- Dele espacio a los jóvenes en su Hermandad. No se limite a entregarles un trapo y enseñarles a limpiar, aunque también sea necesario. La formación como cofrades y como cristianos debe, por pura lógica, abarcar mucho más que eso. Si es necesario, no sería mala idea que una persona de la Junta tenga como única y primordial labor la formación de su grupo joven.

8.- Refuerce y complete la obra social de la Cofradía. No la limite exclusivamente a actuaciones en periodos concretos (v.g.: Navidad) ni a dar dinero a diversas instituciones no lucrativas. Hay mucho por hacer en la obra social. Y se puede innovar de manera sorprendente. Muchas veces la clave está en detenerse a observar necesidades sociales latentes y a reflexionar en torno a cómo satisfacerlas.  

9.- Vocación de servicio. Dice el Evangelio de San Mateo (20:28): “Porque, del mismo modo, el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por una multitud”. Usted, al igual que el Mesías, debe estar en su Hermandad para servir al resto y no para servirse ni de sus Hermanos ni de la propia Cofradía (no obstante, a diferencia del Salvador le aclaro que usted en su Cofradía, en su condición de Hermano Mayor, es meramente primus inter pares, no lo olvide nunca y despéguese de cualquier afectación mesiánica). Su único premio o recompensa se debe componer de una experiencia vital más o menos grata, muchos recuerdos que con el paso de los años tenderán a valorarse con mayor cariño y la satisfacción de un trabajo bien hecho. No espere halagos ni palmadas en la espalda. El mejor reconocimiento será el ser consciente de haber hecho una labor con la mayor dignidad y esfuerzo posible. La mejor crítica que realicen a su gestión será el silencio: el halago de los envidiosos.

10.- Evite, en la medida de lo posible, el relatar a todos los méritos y los proyectos realizados en su mandato. No olvide que la buena educación consiste en no hablar de lo malo de los demás ni de lo bueno de uno mismo. Como decíamos antes, quédese en su interior con la satisfacción de un trabajo bien hecho.

Estas son solo algunas de las recomendaciones que con la mejor intención exponemos a quienes desean realizar una de las tareas más difíciles pero más apasionantes en una Cofradía. Se pueden añadir muchas más pero prolongaríamos demasiado este artículo.



Marcos Fernán Caballero









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